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14 abril 2011

Las fuerzas creadoras / Edgar Morin


Toda nueva evolución supone una transformación y toda transformación supone una involución, es decir una vuelta a las fuerzas creadoras. Tomemos una metáfora biológica para explicitar nuestros propósitos. Las células madre, que funcionan en el momento del desarrollo del embrión, son capaces de producir los órganos más diversos: tienen la capacidad de ser polimorfas. Nos han enseñado que estas células madre existen también en el adulto, en la columna vertebral y en el cerebro.

Algunos experimentos de laboratorio han probado la capacidad de regenerar un corazón de rata con células madre ya presentes allí. Queremos remarcar entonces que la capacidad de crear algo nuevo existe de manera latente en la humanidad: esta habilidad comprende en sí misma potencialidades genéricas -tomo prestado este término al joven Marx, que hablaba del hombre genérico. En este sentido, puedo afirmar que la humanidad posee cualidades virtuales que están siendo degradadas, paralizadas y reificadas en las civilizaciones. Ésta es la razón por la cual las civilizaciones se han sumergido en situaciones inextricables y la regeneración viene siempre de otra parte(...)

Sabemos que hay que solidarizar el planeta, que hay que terminar con las guerras y reabsorber las desigualdades más chillonas (...) Pero no hay que olvidarse de que estamos en una época en la que hay una inmadurez notable de las naciones, de los estados nacionales, de los pueblos y de los individuos. Es muy difícil perdirle a un Estado nación o a una asamblea de estados nacionales que puiedan privarse voluntariamente de su poder absoluto y transferirlo a una autoridad que sería superior a ellos (...)

Los fenómenos de incomprensión son terribles entre los pueblos, y estos se ven agigantados ni bien surge algún conflicto. Los individuos no han adquirido ese mínimo de aptitud para comprender al otro. Paradojicamente, en algunos casos, entendemos mejor a las civilizaciones lejanas o extranjeras que a nuestros propios vecinos o a los miembros de nuestra propia familia, ya que la incomprensión reina primero en nuestro hogar. Tampoco tenemos la conciencia de una ciudadanía común, que debería hacer de nosotros aquellos ciudadanos de lo que yo llamo "la tierra-patria". La palabra "patria", evoca lo masculino y la paternidad y la tierra nos retrotrae a la dimensión materna que nos ama y que debemos amar(...)

La tierra es una matriz porque la humanidad proviene de una evolución biológica, que ha nacido ella misma de la tierra. Los seres humanos tenemos una identidad común, no solamente compartimos el mismo código genético, la misma capacidad cerebral, sino también las mismas capacidades de emoción, de simpatía, de amistad y entonces de odio. Èsta última noción está íntimamanete ligada a aquella patria, según el teórico Otto Bauer: viene del pasado, està en el presente y es aquello que uno quiere conservar en el futuro. Nuestro destino comun nos es dictado por la era planetaria y sobre todo por las amenazas mortales. Tenemos entonces los ingredientes para una ciudadanía terrestre, pero no tenemos todavía conciencia de ello.

Fragmento del libro: La violencia del mundo

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