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29 octubre 2015

El laboratorio / Eugenio Barba

A propósito del actual laboratorio que llevamos a cabo los sábados, donde re-leemos a Antonin Artaud para re-pensar el teatro a través de sus ideas, creo pertinente recordar que el concepto de "laboratorio teatral" siempre ha estado ligado al rigor de búsqueda, no necesariamente académica. El siguiente texto es un fragmento de El teatro de la polis y el santuario en la metrópolis (En el libro Teatro: soledad, oficio, rebeldía, de Eugenio Barba- Col. Escenología).

Fue Stanislavski quien utilizó por primera vez esta palabra aplicándola al teatro. Su primer laboratorio nace con la tarea precisa de ampliar y profundizar la técnica de interpretación en un contexto perfectamente establecido -El teatro de Arte- que en aquel momento era una institución artística reconocida, donde la gente hacía cola un buen rato para obtener un boleto.

Los laboratorios sucesivos, el de Meyerhold o el de los colaboradores de Stanislavski, estaban guiados por una visión del mundo que inspiraba su investigación técnica, pero no duraron mucho tiempo. Por lo tanto no pudieron aplicar las consecuencias de sus resultados en el contexto real del teatro; es decir, frente a los espectadores noche tras noche. Lo mismo se puede decir de otro laboratorio, el Vieux Colombier de Copeau. Hasta cuando piensa en categorías de técnica, Copeau mantiene el teatro, la escuela, el laboratorio en el momento en que se aleja del aspecto artesanal, empezando a subrayar la necesidad interior, deja la escuela y se retira a la provincia. Sin embargo, Copeau opera siempre en el teatro reconocido como institución artística.

También el Berliner Ensamble fue un gran laboratorio. La manera de trabajar de Brecht estaba en las antípodas de la praxis habitual del teatro alemán. Era un conocido dramaturgo, un poeta original, un director intuitivo, con notables actores, colaboraba con Engel, un director "histórico". Una vez más teatro en regla con la legitimidad artística.

Parecido fue el caso de Grotowski cuando empieza su actividad. Termina sus estudios de actor y luego de director en la escuela de Cracovia y Ponzan, siguiendo los ritmos habituales de producción, dos o tres meses. En el primer año dirige hasta seis obras. Luego ocurre algo. En los años sucesivos Grotowski dilata el período de los ensayos: seis meses como mínimo para preparar un espectáculo. Se autodefine como teatro-laboratorio. Justifica este cambio de nombre refiriéndose a Stanislavski; en parte porque el reformador ruso era para él un punto de referencia, pero también para evitar problemas con las autoridades polacas, insatisfechas por su escasa productividad. Grotowski se confrontaba con ellos en su propio terreno: en la Polonia socialista Stanislavski era un santón; también Stanislavski tenía laboratorios que trabajaban sobre el arte del actor. El laboratorio de Grotowski nació como un subterfugio, pero en el interior de un teatro reconocible y acreditado.

Los problemas empiezan cuando llegan los advenedizos, los bárbaros, aquellos que no poseen casi ningún conocimiento, que no frecuentaron una escuela, incluso que fueron rechazados de ella. Cuando estos "sin nombre" se juntan y tienen la impertinencia de denominar su teatro "laboratorio" ¿cómo llamar su comportamiento? ¿Desverguenza, puerilidad, candor, rebeldía? Cuando unos principiantes inexpertos se definen como "teatro-laboratorio" es evidente que este término pierde legitimidad y el valor que garantizaban los modelos y ejemplos históricos.

Cuando hablamos de laboratorio es necesario recordar que existe una fractura entre los laboratorios históricos creados por personas formadas en un ambiente teatral y que trabajan reconocidos por él, y los laboratorios creados por jóvenes sin experiencia que se reúnen y afirman: Somos un teatro-laboratorio- Precisamente el caso del Odin Teatret

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