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04 enero 2023

Construir común frente al desastre cultural en Nuevo León

 



Por Vidal Medina


Advertencia al lector:


En este texto utilizamos palabras como “desastre”, “catástrofe”, "desarticulación" y “negligencia”, pero nunca “apocalipsis” en el sentido de fin de los tiempos; nos referimos a los tiempos actuales como “nueva normalidad”, pero eso no implica renunciar a formas del pasado que consideramos ausentes y necesarias.  Habrá palabras como “caminos”, “construcción”, “acción”, “interacción”, “unión”, “común y “divergencia” incluso “interés”. 


Muchas de las ideas aquí vertidas no me pertenecen de origen, me las he apropiado, por eso a veces escribo en plural, como diciendo que “escribimos este texto” junto con mis lecturas, las ideas que he tomado de otra gente y sus palabras. Siempre ha sido así. La construcción de mi identidad es en parte colectiva.


También escribo en plural porque reconozco que no lo hago en el vacío, sino para la comunidad artística y quién se sienta parte de ella. 


A algunos de ustedes las ideas aquí vertidas les pueden parecer insurgentes, o por el contrario, obsoletas.


Tengan por seguro que me faltan palabras para completar todo lo que este texto quisiera decir, esas las pondrán ustedes, yo sólo cuento con estas, insuficientes pero bien aceitadas.



Lo común

Quiero empezar citando a Isabelle Stengers, para quien antes de emprender cualquier acción es necesario crear un “sentido común” o un “común sentido”, que no existe de antemano, hay que procrearlo. En primer lugar tenemos que reconocer lo “común” para después darle un “sentido”. 


En el caso que nos ocupa empezaremos por lo obvio: estamos inmersos en un desastre cultural y de seguir en este rumbo nuestro trabajo corre el riesgo de desaparecer.

 

Tenemos que dar nuestro reconocimiento a todos aquellos que han mantenido viva la llama del teatro, la música, la danza, las artes plásticas y las letras, en las peores condiciones, que son las actuales. A quienes, por la pasión que los ocupa, han hecho su trabajo recibiendo pagos mínimos o salarios de mierda, por algo que sabemos vale mucho más. A quienes han encontrado la libertad financiera para seguir produciendo, y a quienes han renunciado a las bolsas institucionales y siguen rebeldes y perseverantes manteniendo de su bolsillo su trabajo, imprimiendo libros, fanzines, haciendo teatro de bolsillo, y tocando en bares, aunque cada vez son menos.


También a quienes han cumplido en tiempo y forma con todos los compromisos adquiridos con las Instituciones públicas y las empresas privadas, a pesar de que ambas, en muchos casos, retrasen los pagos o se declaren en insuficiencia presupuestaria. 


Si puedo escribir este artículo es gracias a ustedes que han seguido produciendo en estas condiciones y lo seguirán haciendo a pesar de todo. Sin ese motor esta ciudad sucumbiría ante la barbarie que nos amenaza por todos lados. 


Pero también escribo para los que están en paro, por decisión propia o porque las condiciones económicas ya nos les dieron para seguir haciendo su arte, a todos esos actores, bailarines, músicos y escritores que decidieron detener su producción y en cambio seguir vivos o cumpliendo con sus obligaciones familiares. 


Para quienes tuvieron que cerrar sus centros culturales porque no pudieron hacerle frente a la pandemia. 


A quienes han tenido que migrar a otras ciudades o países, porque Monterrey no les brindó las condiciones para seguir produciendo y a quienes, dentro de la ciudad también han tenido que migrar, de espacios, de casa y lugares para poder ensayar y seguir teniendo presentaciones. 


También a las pocas personas que han invertido su dinero en espacios culturales para que las artes sigan encontrando su público en estos tiempos aciagos.


Son importantes los que se han ido: Patricia Laurent Kullick, Gerardo Dávila, Iván Trejo, Jesús Blake, Rubén González Garza, Óscar Sensei, Héctor Carrizosa, Julián Guajardo, Mirna Kora, María Estela Robles, Luis Aguilar y tantos otros artistas que han muerto en muchos casos por enfermedades crónicas y sin seguro médico. 


A todos ellos tenemos que darles las gracias, sin embargo, también hay que decirles que la ciudad se nos fue de las manos y no opusimos resistencia.


Esos somos nosotros; compartimos problemas asociados a la falta de pagos, ausencia de seguros médicos y pensión para el retiro. También tenemos en “común” que, con los recursos propios, muy pocos tendremos una vejez y una muerte dignas. 


Por todo esto afirmo que esta ciudad se cayó a pedazos en materia cultural. No debería sorprendernos la afirmación, sino preguntarnos ¿Qué hicimos mal?


No sólo lo que hicimos mal los últimos años, es claro que la pandemia terminó desdibujando todo el sistema cultural orgánico de la ciudad y en su lugar se está configurando un nuevo sistema en el cual nosotros llevamos la peor parte.  


Antes había Movimiento Cultural en la ciudad, había encuentros independientes de todo tipo, es decir había comunidad ¿qué nos pasó? 


Son preguntas incómodas pero necesarias, 


Vivimos y trabajamos en medio de una crisis, son malas noticias, pero estamos llenos de malas noticias por todas partes, así que una más no puede ser tan terrible. Quizá lo más terrible de ésta, es que nos implica, y nos convierte en agentes responsables. Y si no nos ponemos en acción se pondrá peor, a tal grado que habría que pensar muy seriamente en la muerte del arte, por el simple hecho de que nuestra actividad se podría volver insostenible económicamente en los próximos meses.


Eso somos nosotros. 


Las soluciones

Para forjar el sentido común es necesario reactivar la imaginación, y para ello Isabelle Stengers llama a problematizar: ver un problema ahí donde teníamos una solución o dos soluciones antagonistas.  


Paradójicamente La Secretaría de Cultura fue creada para dar atención a los grupos vulnerables de la entidad y para ello se duplicaron muchas de las funciones del Conarte, se creó un nuevo aparato burocrático que pasó a ocupar el LAB NL como centro de operaciones y al mismo tiempo se adelgazó la nómina de Conarte en cuanto a número de trabajadores, aunque a finales de año aprobaron un aumento de sueldos. 


Hablando de “lo común”, es claro que no podemos aplicar la palabra “nuestro” al recién creado LAB NL, ni podemos aplicar esa característica a la Secretaría de Cultura de Nuevo León.  


La recién creada Secretaría de Cultura, la casi extinción del único órgano democrático cultural: CONARTE y el LAB NL, son soluciones que representan nuestros problemas de fondo como la precariedad, la falta de espacios para la creación y la inexistencia de una legislación que contemple nuestra actividad profesional.


A esto se suma una de las prácticas más nocivas de esta comunidad “el amiguismo”, que muchos de los funcionarios públicos en las Instituciones de Cultura de Monterrey, San Pedro o San Nicolás, tienen como práctica habitual, lo que reduce significativamente las oportunidades de participación del resto de los grupos de la entidad. Esto resulta en prácticas desiguales y oportunidades para unos cuantos. Si a esto le sumamos lo dicho arriba sobre la violación sistemática de nuestros contratos y convenios de pago, estamos en la lona. O lo que es lo mismo, desunidos, desarticulados.


Por si esto fuera poco, la precarización del trabajo artístico no sólo afecta la calidad de la producción artística, sino también la salud mental de artista.


Por otra parte, hemos perdido espacios y hemos perdido presencia en la ciudad. Ha desaparecido el "movimiento cultural orgánico": las iniciativas ciudadanas que daban vida al teatro, la música, las artes plásticas, los encuentros independientes; hablo de tocadas, presentaciones de libros, funciones de teatro en lugares recónditos, exposiciones en sitios alternativos. Sigue habiendo, pero son una excepción a la regla y están completamente desconectados entre sí.


La ciudad está muerta culturalmente. Lo que hay es un cadáver, de pie, sí, pero es puro hueso, infraestructura y presupuesto (para los sueldos de los altos funcionarios). A la ciudad le falta el alma que la animaba. ¿Qué nos pasó? ¿envejecimos? ¿migramos? ¿nos cansamos?

La solución de la nueva Gobernanza Cultural es un desastre, ya que se ha implementado sin tomar en cuenta lo hecho por las comunidades culturales en esta ciudad y sin una legislación acorde a los nuevos tiempos. Este nuevo sistema se impuso desde años atrás con poca resistencia de nuestra parte, y la que existió fue anulada. 


En esta nueva política cultural somos números al servicio de un Estado algorítmico sujeto a indicadores, y pierde sentido nuestra humanidad y nuestra condición como sujetos de derecho. 


En las soluciones están nuestros problemas. La nueva infraestructura es un Elefante Blanco. Nosotros no estamos contemplados para espacios como el LAB NL, no nos pertenecen. Por lo tanto, esos espacios dejan de tener “sentido”. Sólo tiene sentido lo que es habitable, lo que habitamos orgánicamente.  La infraestructura cultural del LAB NL carece de sentido para la comunidad cultural de la entidad, o buena parte de ella, ese es uno de los problemas. El sentido de pertenencia no se puede comprar con inversión en un edificio, pero esa inversión sí que puede afectar el desarrollo cultural en una entidad.



El sentido.

Ante la ausencia de acceso a los derechos fundamentales de los trabajadores del arte y la cultura y ante el adelgazamiento de los presupuestos para los programas de cultura, mientras aumentan los sueldos de funcionarios, nuestra labor, ya precarizada, está al borde de la desaparición y no podemos quedarnos de brazos cruzados.


Necesitamos una resurgencia de los comunes desde la perspectiva de un desastre doble, citando a Stengers, que es a la vez social y subjetivo. Es social porque la destrucción de los comunes es parte del desastre y es subjetivo porque implica la depresión de las voluntades hacia la No acción.  La destrucción de los comunes acompaña al colonialismo.


Por todo ello es necesario “procrear” un dispositivo que nos permita organizar de mejor manera los intercambios entre los artistas, las instituciones y el público. El dispositivo que propongo no es nuevo, existe en la Ley Federal del Trabajo y se llama sindicato.


Un sindicato es una unión de trabajadores que se organizan para defender sus intereses laborales, asesorados jurídicamente y con representación legal ante todas las instituciones estatales. en este grupo todos sus miembros tienen derecho a la defensa y asesoría legal en pro de sus intereses laborales y en casos de incumplimiento de contratos, retrasos de pagos, etc. 


Necesitamos una Unión consagrada enteramente a los intereses jurídicos y legales de los que hacemos arte en esta ciudad. Un organismo que perdure en el tiempo, más allá de los funcionarios de paso y de los partidos políticos. Una Unión de Trabajadores del Arte y la Cultura de Nuevo León sin partidismo y sin colores.


El sindicato que propongo se podría llamar Unión de Trabajadores del Arte y la Cultura de Nuevo León.



El llamado

Si Monterrey pretende figurar como una ciudad de Vanguardia, tiene necesariamente que atender al sector artístico.


Así que podemos empezar a ponerle firmas y contenido a los estatutos de esta Unión, para poder tener en poco tiempo un organismo que contemple las necesidades de una comunidad que representa un sector estratégico para la reconstrucción del tejido social; un sector económico que da trabajo y genera capital simbólico y contenido edificante para la ciudad.


Es ahora o nunca. 

Los escucho.