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25 mayo 2015

Cazadores de sueños

Por Vidal Medina

La muralla que contorna la ciudad se ha caído en el foso del cual había sido erigida. La fatalidad se abate. -I Ching

Ya no ejerceremos más el terror en nombre de la libertad, sino en nombre de "nuestra" satisfacción, la satisfacción de un nosotros definitivamente limitado a su propia particularidad -Jean Francoise Lyotard

Hace pocos días llegó a mis manos el último número de la revista Paso de Gato cuyo dossier lleva por nombre: El teatro ante la barbarie: arte en resistencia. En este escrito intentaré glosar y al mismo tiempo dialogar con algunos artículos de la revista cuyas propuestas y escenarios posibles me resultan interesantes.

Algo en lo que todos estamos de acuerdo es que México está en una crisis de proporciones mayores. La represión a un amplio sector de la población, como apunta Luz Emilia Aguilar Zinser(1), se da con lujo de violencia o de recortes presupuestales. Una política de la represión en un país con pagos atrasados, desigualdad, violencia en las calles y doméstica, no puede traer como consecuencia más que la rebelión.

Pero no es la revolución armada la que nos toca librar, sino como dice Ángel Hernández(2) , es otra guerra la que tenemos por delante. La otra guerra está del lado de la construcción de una sociedad, vaya tarea más dura y difícil la que tenemos por delante.

“Los enemigos están afuera y tienen el poder”.

Es un lugar común afirmar que quienes tienen el poder político son nuestros enemigos, que el sistema opera como una Matrix que nos contiene y nos controla. Pero no debemos olvidar que todos de alguna manera replicamos las formas y las estructuras del poder que criticamos. Que repetimos, a veces sin darnos cuenta, la misma lógica vertical en la toma de decisiones y de organización en grupos. El mal no solamente está afuera, sino que lo tenemos inoculado. El virus ha tomado nuestros cuerpos.

Aceptar la enfermedad es el primer paso para la recuperación, pero las soluciones que el mismo enfermo propone para sanarse son sólo manifestaciones de la misma enfermedad y no la cura. La enfermedad es una entidad “no humana”. Podemos llamarle en este caso “autoritarismo”, “tiranía”, etc. Esta entidad tiene vida propia, está dentro de nosotros y se manifiesta en las soluciones que proponemos para erradicarla. Por ello nos tornamos ridículos, sin darnos cuenta, cuando manifestamos abiertamente nuestra oposición al régimen y al interior de nuestros grupos de teatro o en nuestras relaciones profesionales, somos autoritarios, intolerantes, nos enfermamos de poder y queremos tener el control de todo. ¿Somos androides replicantes o qué somos? En primer lugar, diría yo, enfermos. Replicamos el mismo sistema que pretendemos criticar: queremos poder, éxito y riquezas. Queremos que nuestra palabra sea legitimada por los grandes medios o los grandes cabecillas del arte actual. Queremos reconocimiento y tener el mando, y estamos dispuestos a pasar por sobre todos para obtenerlo. He ahí el mal.

Yo creo que los tres ejes de acción propuestos por Luisa Pardo y Gabino Rodríguez integrantes del grupo Lagartijas Tiradas al sol, contemplan el radio de acción más concreto de todas las demás propuestas incluidas en el número 61 de Paso de Gato. Propuestas para erradicar el mal sistémico que nos gobierna desde dentro:

Frente a la realidad que vivimos nosotros proponemos tres ejes de acción(3):

Contenidos.- Narrar la realidad de manera distinta. Proponer desde los contenidos y formas, temáticas que generen reflexión, discusión, tensiones discursivas. Hablar sobre algo sin necesidad de venderle nada a nadie. Sin necesidad de moralejas…, etc.

Modos de producción.- Funcionar como un contrapunto a la lógica económica pensando en realizar un máximo de esfuerzo para obtener mínimos resultados… Etc.

Relación con la institución.- Hacernos responsables de las relaciones al interior de nuestra comunidad. Las jerarquías, las economías, la política, la generación de proyectos… etc.

El teatro tiene que echar mano de nuevos contenidos. Uno de los modos de hacerle frente a la crisis es implementar otras maneras de decir las cosas, yo veo dos formas, aunque estoy seguro que hay muchas más, una, de la que habla Ileana Diéguez(4), es el llamado teatro social: En el caso de las estrategias para hacer visibles los conflictos sociales, se trata de un teatro llamado a la reflexión social que aparece irrumpiendo en los espacios de la cotidianidad. Este tipo de teatro social en algunos casos convoca a las personas que han sido víctimas de la violencia, se lleva a cabo en espacios públicos y se propone como un acto simbólico para acompañar el duelo, para visibilizar conflictos no tomados en cuenta en los medios de comunicación. Este teatro desempeña un papel de apoyo solidario y de lucha ideológica frontal. Estos actos simbólicos crean nuevas teatralidades, trabajan en espacios violentados, como en el caso de Ángel Hernández y el Festival de Teatro para el Fin del Mundo, en Tampico y ahora replicado en otras latitudes. Este es un ejemplo de teatro social, de carácter político, que visibiliza problemas, y se contrapone a las narrativas del gobierno. Pone la mirada en el disenso, hace aparecer otras formas de lo sensible, cambiando el lugar habitual desde el cual se observa. Son efectivamente otros modos del teatro: posmodernidades urgentes.

Pero también pienso que hay que seguir echando mano de la ficción. Yo todavía creo en el poder de la ficción. Hay una constante lucha de narrativas para conquistar el imaginario social. Los medios de comunicación y los discursos del gobierno establecen sus propios relatos. Construyen ficciones para inventar una realidad a su modo. Yo no me puedo sustraer a su impacto, no sé ustedes. Pero hay una especie de odio hacia su poder, un asco, un coraje que no viene sólo de mí, aunque necesariamente es mío, sino de muchos otros antes que yo, que ya han estado expuestos a este poder totalitario. Entonces mi gesto político, mi gesto artístico, se construye en oposición a esos discursos, construyendo ficciones, otras ficciones. Las ficciones que se construyen dentro de un cuerpo en resistencia. Soy un cuerpo en resistencia y lo que imagino, todas las ficciones que provienen de mi imaginario, lo son de igual manera. El mío es un poder que no tiene poder económico, ni social, ni éxito masivo. El poder que encuentro en las palabras es el de aquel destinado al fracaso. Construyo relatos para teatro, uno tras otro, porque cuando pienso en ficciones pienso en teatro, Si pensara en libros escribiría novelas o cuentos, pero pienso en teatro.

Ahora mismo trabajo el género de la ciencia ficción en mis obras de teatro. La ciencia ficción me atrae lo suficiente para presentarlo como una propuesta propia. No se trata tanto de copiar el género, sino de tomar prestadas las referencias contemporáneas para hablar de la realidad pero desde lejos, incluso desde los temas míticos, incluso desde un futuro posible. Nunca es posible, ni deseable, desviar del todo la mirada de nuestra realidad.

La ficción tiene que echar mano de la realidad para trastocarla, eso creo yo; las imágenes provienen de la realidad y de las ficciones que vivimos. Pero hay que desarrollar un ojo analítico para descubrir que aquello que nos cuentan en los medios y en la política es pura ficción. Se trata de la lucha por mantenerse en el poder, y nuestras ficciones tienen que ir contra marea; contar, sí, pero desde otro punto de vista, desde otra isla, desde lo invisible, desde el acercamiento extremo a la realidad, o desde nuestro alejamiento radical de ella. La ficción lo permite. Por ello creo que al tratar a la realidad bajo un modo estético se pueden contar historias todavía. Se puede intentar desmontar las mentiras del mundo real haciendo teatro, pero también se puede construir un mundo de manera paralela. Otro universo donde las cosas funcionen bajo otras reglas. Desde allá, desde este mundo ficticio, desde esa utopía o distopía, se ve el mundo y se desvela; a diferencia de éste, allá se crea verdad. En ese mundo ficticio podemos vernos, siendo otros, pensando críticamente: actuando. Al volver acá, al mundo real, queda la desolación y la desesperanza. Pero ojo: no es tan distinto lo que acabamos de ver, de nuestra realidad. No es tan disparatado pensar que aquellos entes ficticios que sufren las consecuencias de la guerra en planetas inexistentes, sean como nosotros, un reflejo nuestro, de nuestros pensamientos.

Claro, todas las ficciones están hechas para atrapar imaginarios. Al final lo que se quiere es pescar el alma del otro. Como los cazadores de sueños, esos sacerdotes Jázaros(5), dueños de una práctica ancestral que consiste en leer y vivir dentro de los sueños ajenos.

Así nosotros (los escritores de ficción, principalmente, pero no exclusivamente) somos cazadores de sueños, y construimos ficciones como redes, más amables que las redes del mundo real que nos quitan el dinero, la tranquilidad y el sueño, que nos quitan la vida. Estas redes que nosotros tejemos son las redes de la posibilidad: cazamos sueños y almas. Eso es lo que nos tiene aquí. Por eso las historias que contamos están hechas con los sueños de otros. No hay mejor manera de atrapar a un soñante que contarle el mismo sueño que ha soñado anteriormente.

Así como los sueños, las ficciones pueden conquistar el imaginario de los otros y llevarlo a sus más bellas consecuencias: la transformación de la realidad. No sabemos cómo será el futuro, pero podemos aventurarnos a pensarlo, a construirlo desde el presente. Podemos abrir ventanas en el tiempo y observar el mundo en el futuro, y luego voltear a éste mundo, al presente, y decir, entonces sí: "no me gusta", y transformarlo en el que sí nos gustaría, en el que sí queremos. ¿Es esto una utopía? Qué va, esta es sólo la tarea que tenemos por delante, y con ella viene aparejada la responsabilidad de afrontarla. Pero antes tenemos que mirar a través de la ventana de los mundos posibles y decidir: ¿qué futuro queremos para nosotros y nuestros hijos?, ¿qué podemos y debemos hacer para empezar a construirlo? En un inicio hay que volver a hablar de “nosotros” como un gesto "comunitario", y dejar de lado el individualismo que proclama Lyotard como característica de la posmodernidad eurocentrista(6).

Notas:

1. El teatro en un país que se desmorona. Luz Emilia Aguilar Zinser. Revista Paso de Gato, n°61. Pág 20.

2. La otra guerra. Ángel Hernández. Ibid. Págs 63 y 63.

3. Creeis que sois inocentes, pero estáis todos implicados. Luisa Pardo y Gabino Rodríguez. Ibid. Págs. 36 y 37.

4. Erinias en duelo, Ileana Diéguez.Ibid. Págs. 29-32.

5. Los cazadores de sueños son personajes de la novela Diccionario Jazzaro, de Milorad Pavic.

6. La posmodernidad explicada a los niños, Jean Francois Lyotard. Gedisa Ed. 1996.