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22 diciembre 2011

El hablante como artista ejecutante / Paolo Virno



Cada uno de nosotros es, desde siempre, un virtuoso, un artista ejecutante. A veces mediocre o tímido, pero bajo toda circunstancia virtuoso. En efecto el modelo básico del virtuosismo, la experiencia que funda el concepto es la actividad del hablante. No la actividad de un hablante sabio y elegante, sino de cualquier hablante.

El lenguaje verbal humano no es una pura herramienta o un complejo de señales instrumentales (características que son inherentes tal vez a los lenguajes de los animales no humanos, por ejemplo el de las abejas, que a través de señas coordinan la provisión de alimentos); el lenguaje humano se cumple en sí mismo, no produce –no por regla, al menos- un “objeto” independiente de la misma enunciación.

El lenguaje es “sin obra”. Toda enunciación es una prestación virtuosa. Y es tal porque, obviamente, está conectada directa o indirectamente a la presencia de los otros. El lenguaje presupone e instituye siempre “el espacio con estructura pública” del que habla Arendt(1) . Sería bueno leer los fragmentos de la Ética Nicomaquea(2) que hablan de la diferencia de principio que existe entre Poiesis (3)(producción) y Praxis(4) (política) en relación con la noción de parole(5) en Sassure y, sobre todo al análisis de Émile Benveniste sobre la enunciación, donde por enunciación se entiende no el contenido de un enunciado, el “qué se dice”, sino el habla como tal, el hecho mismo de hablar.) De este modo se constataría que los aspectos diferenciales del lenguaje verbal respecto de la gestualidad o la comunicación no-verbal.

Y hay más. Sólo el hablante –a diferencia del pianista, del bailarín, del actor- puede prescindir de un guión o de una partitura. El suyo es un virtuosismo doble: no sólo no produce una obra que se distinga de la ejecución, sino que ni siquiera tiene una obra a sus espaldas, una obra a la cual “actualizar” mediante la interpretación. De hecho, el acto de parole solamente se jacta de la potencialidad de la lengua, o mejor, de la facultad genérica del lenguaje: no de un texto preestablecido en detalle.

*Notas:

1.- Arendt Hannah, La condición humana, Paidos, 1993.
2.- Aristóteles, Ética Nicomaquea, Madrid, Gredos, 1993.
3.- Deriva etimológicamente del antiguo término griego ποιέω, que significa ‘crear’. Esta palabra, la raíz de nuestra moderna “poesía”, en un principio era un verbo, una acción que transforma y otorga continuidad al mundo. Ni producción técnica ni creación en sentido romántico, el trabajo poiético reconcilia al pensamiento con la materia y el tiempo, y a la persona con el mundo.
4.- Del griego antiguo πρᾱξις que significa práctica. Es el proceso por el cual una teoría o lección se convierte en parte de la experiencia vivida. Mientras que una lección es solamente absorbida a nivel intelectual en un aula, las ideas son probadas y experimentadas en el mundo real, seguidas de una contemplación reflexiva. De esta manera, los conceptos abstractos se conectan con la realidad vivida.
5.- Parole se puede traducir como “palabra” o “discurso”.

Capítulo 2 del libro Gramática de la multitud Ediciones Colihue, 2003.
*Las notas son del transcriptor, o sea mías.

16 diciembre 2011

¿Teatro o algo más?



Las numerosas críticas que ha ocasionado el teatro a lo largo de toda su historia pueden ser concentradas en una afirmación esencial. La llamaré la paradoja del espectador, una paradoja quizás más fundamental que la célebre paradoja del comediante. Esta paradoja se puede formular simplemente así: no hay teatro sin espectador (aunque se trate de un espectador único y oculto, como en la representación ficcional de El hijo natural que da lugar a las Conversaciones de Diderot). Ahora bien, dicen los acusadores, ser espectador es un mal, y ello por dos razones. En primer lugar, mirar es lo contrario de conocer. El espectador permanece ante una apariencia, ignorando el proceso de producción de esa apariencia o la realidad que ella recubre. En segundo lugar, es lo contrario de actuar. La espectadora permanece inmóvil en su sitio, pasiva. Ser espectador es estar separado al mismo tiempo de la capacidad de conocer y del poder de actuar.
Este diagnóstico conduce a dos conclusiones diferentes. La primera es que el teatro es una cosa absolutamente mala, una escena de ilusión y de pasividad que es preciso suprimir en beneficio de lo que ella impide: el conocimiento y la acción, la acción de conocer y la acción conducida por el saber. Ésta es la conclusión ya formulada por Platón: el teatro es el lugar en el que se invita a unos ignorantes para que vean sufrir a unos hombres.
Lo que la escena teatral les ofrece es el espectáculo de un pathos, la manifestación de una enfermedad, la del deseo y del sufrimiento, es decir, de la división de sí que resulta de la ignorancia. El efecto propio del teatro es el de transmitir esa enfermedad por medio de otra: la enfermedad de la mirada subyugada por las sombras. Transmite la enfermedad de la ignorancia que hace sufrir a los personajes mediante una máquina de ignorancia, la máquina óptica que forma las miradas en la ilusión y en la pasividad. Así pues, la comunidad justa es aquélla que no tolera la mediación teatral, aquélla en la que la medida que gobierna la comunidad está directamente incorporada en las actitudes vivientes de sus miembros.

(Fragmento: El espectador emancipado, Jacques Rancière)

06 diciembre 2011

La narrativa de café con leche / Tabarovski



Ese estado de mediocridad narrativa que en los años sesenta supuestamente aterraba a Pizarnik, hoy adquiere un carácter no sólo literario, sino cultural. Lo que aterraba a Pizarnik podría definirse bajo un rótulo de política literaria: el café con leche como verdad última de la narrativa.
Pero por afuera de la literatura, en otra parte, existía un estado de la cultura que disimulaba ese fracaso literario.
No pienso caer -yo también- en la mitificación sin fin que se abate sobre los sesenta, ni mucho menos sobre ese afán homogeneizador que suprime las tensiones y antagonismos de esos años. Pero sin duda algo ocurrió en ese entonces. Lo que ocurría, tal vez tuvo que ver con esto: la primacía de la cultura sobre la literatura. Si leemos hoy cualquiera de esos libros, digamos Rayuela, por citar el corazón de ese tiempo; si lo leemos desprovisto de la coraza cultural que lo protegía en ese entonces ¿Qué queda? Tan sólo el vacío y la nostalgia de esa coraza (…) La desaparición de los sesenta, no implicó ninguna revisión literaria, ningún cambio profundo en los rumbos centrales de la narrativa. Somos testigos hoy de la misma política literaria de café con leche, agravada por la ausencia del clima cultural de entonces.
Si en los sesenta la cultura dominaba con tanta facilidad sobre la literatura, no era debido a su riqueza, sino al sabor pasteurizado al que había llegado la narrativa. Si hoy cultura y literatura se equilibran en su intrascendencia, es porque la pasteurización las abarca a ambas.

05 diciembre 2011

Frente al espejo




Estoy sólo frente al espejo. No tengo palabras. No puedo expresar nada. Hay un espejo y estoy yo. El reflejo veo, pero ese no soy yo. Algo se ha agotado prematuramente. Tal vez la razón, puta. La puta razón. Estoy inmóvil y necesito un café. Tal vez sólo necesito salir de aquí. Estoy frente al espejo, lo repito hasta el cansancio porque ese de ahí ya no soy yo. Espero que alguien toque la puerta.

Me han echado de mi casa. No empaqué, me iré así como vine, sin nada. Entonces ¿qué estoy esperando? No lo sé, espero que alguien toque a mi puerta.

Afuera me esperan. No imagino la verdadera causa de este acto de cobardía. Ayer todavía la pasábamos bien. Es una venganza y sin embargo me siento culpable. Recordé que aún soy joven aunque asomen canas en mi pelo. Recordé que a pesar de todo lo que me esfuerce, no lograré arrancar una palabra más a mi imaginación, que tengo que representar una comedia todavía, la mía propia, que tal vez salga a la calle vestido de payaso. Eso haré. Ahora lo hago. Busco las mejores ropas. Abro el clóset y busco la camisa más vistosa, los pantalones más cortos o más largos, el saco roto y sucio, la peluca de rizos o ese estrafalario gorro verde que usamos en las fiestas navideñas.

Me iré sin zapatos, para qué quiero zapatos. Siento una enormes ganas de quedarme, de echarme a la cama y descansar y olvidar por un momento que estoy aquí a punto de salir para no volver jamás. Que tengo que irme y salir a la calle, con todas mis penas, a buscar un cuarto para echar los huesos por las noches, para resguardarme de la lluvia.

Afuera llueve a torrenciales, el abrigo lo dejé en la otra casa, de la primer casa que salí. Aquí no tengo nada. He aprendido que no hace falta llevar nada consigo. Que es mejor no llevar nada para no cargar nada cuando te vayas. He aprendido a odiar a la gente. Yo sé que eso no es algo bueno pero he aprendido a odiar a la gente. Antes me odiaba a mí mismo por los errores que cometo. Ahora no, ahora le echo la culpa de mis errores a la gente que me rodea. Hago uso de ese pensamiento adolescente de echar la culpa de todo a los demás. Es mejor así, te desquitas de todo el coraje que llevas en el pecho. Gritas un poco, berreas, golpeas la mesa con bastante fuerza y clavas la mirada en algún punto ciego. Tiene que parecer cierto todo lo que dices, tienes que decir que nadie te entiende y que todos están en contra tuya. Entonces, los que están enojados contigo, de pronto cambian su rostro, abren sus ojos, bajan la mirada, callan. Los perros callan cuando uno se humilla delante de ellos. Gustan de la humillación ajena todas esas perras. Las mujeres especialmente, están ansiosas porque uno les pida disculpas porque están obesas o son estúpidas y yo lo hago, les pido disculpas porque son horribles o nada más porque son insoportables, vulgares, idiotas y además vanidosas, orgullosas de mierda.

A veces me dan asco. Pero es cuando les pongo demasiada atención. Por lo general procuro no verlas demasiado a los ojos. Me voy. Antes acerco la silla, lentamente pinto mi rostro con el maquillaje blanco. Hay alguien que me espera en otra casa, me recibirá con los brazos abiertos, no tendremos nada de qué hablar pero me recibirá como si tuviéramos cosas qué decir, me sentaré en la mesa de mi querido amigo, tal vez me invite una cerveza o un cigarro. Me sentaré y beberé sin prisa, tal vez el tampoco tenga prisa y entonces no importará, podremos sin decir nada estar sentados bebiendo, por largo rato, tal vez mencione algo relacionado con el caso, tal vez en algún momento le diga que me he quedado sin hogar, sin aspavientos lo haré, el es un amigo, no voy a lloriquear delante de otro hombre. Lo hago frente al espejo, pero no lo haré con él. Sólo lo diré de paso, que no se sienta que estoy sin un clavo. Le diré que ya que la cerveza se ha terminado, tengo que ir a la calle. Entonces me invitará a quedarme en su casa. Yo diré, enseguida, que si está seguro, yo no quiero ser una carga para los demás, además tengo que buscar trabajo y techo. Pero por supuesto, agradezco su atenta invitación y además el clima, es verdad, el clima es tan malo hoy, que cosas, ¿no? El invierno ha llegado antes de lo esperado. Salir así a la calle es como esperar el fracaso. Tiene razón en todo lo que dice. Sólo serán unos días, mientras pasa el mal tiempo. Él sabe que no miento. Me creerá como siempre me creen todos. No llevo gran cosa, solo lo que traigo puesto y una pequeña maleta de maquillaje. En este punto el estará avergonzado. No se atreverá a preguntar por el dinero, no me cobrara la deuda que tengo. No dirá nada. Tal vez bostece y se vaya a dormir o me tienda unas sábanas limpias y me ofrezca de cenar. Eso hará tal vez, mientras tanto tengo que ir a recoger mi tiradero. Nadie tocó a la puerta todavía.

02 diciembre 2011

Automandamientos (de uso de Facebook)


1. Ya no abriré facebook con la esperanza de encontrar ahí la vida de los demás. Es como si de pronto todos nos incriminara. Me ha resultado enfermizo y masoquista.
2. Ya no abriré facebook para saber en qué has andado todos los días que no nos hemos visto. Ya me contarás lo que desees cuando te vea.
3. No abriré más facebook ni haré más comentarios a todas las cosas que me agradan, porque a veces ni siquiera son noticias importantes, sino juegos tontos.
4. No escribiré más en facebook cosas superficiales, intentaré publicar sólo frases que vengan al pelo con algo que me esté pasando, frases que intenten iluminar los momentos negros de mi vida, que son muchos, y no tengo por qué hacérselos saber directamente.
5. No tendré ninguna relación amorosa por facebook, es cosa de la vida personal, casera, familiar y de amigos, es cosa de presencia física.
6. No subiré más fotos en facebook que atenten contra la privacidad de mis amigos y pareja, no me exhibiré en facebook. Me resulta engañoso pensar que hacer pública la vida lo hace a uno más amado.
7. No utilizaré facebook para destacar mis logros, no me situaré en el lugar del auto-promotor, porque terminaría frustrado, enganchado a un sistema de competencias y legitimidades de las cuales no quiero formar parte, con las cuales prefiero mantener una distancia sana.
8. No entraré a facebook para perder el tiempo y ver a quién me encuentro, a ver con quién platico. Únicamente lo haré cuando esté buscando a alguien en particular, si encuentro a otras personas ya es parte del mismo azar del juego.
9. Mensajes, eventos, fotografías, recomendaciones, frases… muchas cosas pueden estar en facebook sin lesionar la individualidad sino afirmándola. Incluso gustos, gestas, crítica… es un espacio para publicar, dadas sus características, información de calidad e intercambios culturales importantes, sobre todo lo que se ha dado en llamar lo “popular”, me queda claro que la cara que exhibimos en facebook es una especie de “Avatar”, otro yo. Una máscara que nos sujetamos a la cara. Un doble que llevamos a cuestas.
10. Ese desmesurado afán por “participar”, del modo que sea, participar de “nada”, hacer un chiste, tener una personalidad cínica o ser lo que no somos en realidad se presta para el engaño y la manipulación , pero sobre todo convierte el tiempo del hombre en un ocio virtual.
11. El hombre pierde su tiempo en una máquina que no tiene registro físico de la realidad. Es un medio y no un fin, y en algunos casos, parece que facebook es el fin del juego, es decir, la manifestación de una red social o el colmo de la democracia, pero sin crítica.
12. El facebook lo hacemos todos, de esta manera, aunque el servidor haya sido creado para crear redes de amigos y personas con intereses en común, también podría convertirse en un espacio para reflexionar, incluso acerca del mismo facebook y de los usos que le damos.