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06 diciembre 2011

La narrativa de café con leche / Tabarovski



Ese estado de mediocridad narrativa que en los años sesenta supuestamente aterraba a Pizarnik, hoy adquiere un carácter no sólo literario, sino cultural. Lo que aterraba a Pizarnik podría definirse bajo un rótulo de política literaria: el café con leche como verdad última de la narrativa.
Pero por afuera de la literatura, en otra parte, existía un estado de la cultura que disimulaba ese fracaso literario.
No pienso caer -yo también- en la mitificación sin fin que se abate sobre los sesenta, ni mucho menos sobre ese afán homogeneizador que suprime las tensiones y antagonismos de esos años. Pero sin duda algo ocurrió en ese entonces. Lo que ocurría, tal vez tuvo que ver con esto: la primacía de la cultura sobre la literatura. Si leemos hoy cualquiera de esos libros, digamos Rayuela, por citar el corazón de ese tiempo; si lo leemos desprovisto de la coraza cultural que lo protegía en ese entonces ¿Qué queda? Tan sólo el vacío y la nostalgia de esa coraza (…) La desaparición de los sesenta, no implicó ninguna revisión literaria, ningún cambio profundo en los rumbos centrales de la narrativa. Somos testigos hoy de la misma política literaria de café con leche, agravada por la ausencia del clima cultural de entonces.
Si en los sesenta la cultura dominaba con tanta facilidad sobre la literatura, no era debido a su riqueza, sino al sabor pasteurizado al que había llegado la narrativa. Si hoy cultura y literatura se equilibran en su intrascendencia, es porque la pasteurización las abarca a ambas.

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