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08 octubre 2011

Los sueños de la larva

El cuarto, quinto y sexto sueño son casi exactamente iguales pero con ligeras variaciones. Estoy de pie en el centro del patio de la secundaria. Atrás de mí hay una barda gris detrás de la cual está el edificio de los salones de primer grado. Hay un pasillo que recorre todos los salones para llegar al pasillo central de la escuela, más allá está la puerta de las oficinas de la directora y la subdirectora. En la oficina de la directora hay un niño que está siendo reprendido por haber causado algún desbarajuste en uno de los salones que están en el pasillo que da a la barda tras de la cual estoy yo, de pie, en medio del patio. Me sangra la nariz.

En el tercer sueño estoy en el mismo lugar pero estoy sentado contra la barda, en el cuarto sólo está la barda y una sensación de angustia.

Mientras estoy de pie, siento una fuerza superior que me jala de la cabeza y de los pies al mismo tiempo en direcciones contrarias y me mantiene así, de pie. Sé que alguien está vigilando mis movimientos. Lo siento tan vivamente como ahora, sólo que no veo a nadie, temo voltear y encontrar un rostro, una mirada inquisidora que me mantiene de pie a pesar de que los zapatos calan y los calcetines empiezan a picar por la humedad. Me duelen las rodillas. Un charquillo rojo se forma entre mis pies.


En el interior de la oficina de la directora un chico le dice a su madre que no lo vuelve a hacer y sale de ahí rumbo al salón cabizbajo y aliviado. Una mujer de traje sastre sale de la oficina de la subdirección y recorre el pasillo hasta llegar a la barda. Oigo sus pasos sin moverme, no volteo. Me llama de un grito. Acompaño a la mujer que no dice palabra pero se detiene en el salón en el que ha entrado el otro chico y que reconozco como mío. La mujer de la oficina de la subdirección pide algo a la maestra y ésta le entrega mi mochila. La mujer de tacones y traje sastre me acompaña a la puerta de salida y me dice que espere a mi madre. Ahí afuera son las once de la mañana. Dentro del salón el tiempo no existe. mi madre llegará a la una. Me llevo la mano a la nariz y lloro un poco.

En el tercer sueño lloro en la barda del patio y en el cuarto sólo hay una manchita de sangre en el zapato de un chico que respira aliviado en su pupitre mientras su madre hace una llamada a mi madre para avisarle que estoy expulsado. En el cuarto sueño una mariposa sobrevuela mi cabeza y me arranca una sonrisa, en el quinto es una avispa la que me hace levantarme de la barda y cortar el llanto. En el sexto una mosca revolotea sobre la sangre coagulada.(Exposición de una larva. Fragmento)

05 octubre 2011

Hace 35 años murieron cientos de poetas

El año en que nací, (1976), estuvo marcado por la muerte y el exilio de muchos poetas jóvenes en América Latina. En Chile y Argentina los desaparecidos se cuentan por miles y las dictaduras militares obligaron a desplazarse a mucha gente que tuvo que abandonar sus hogares, y en muchos casos sus países por la amenaza de muerte. Cientos de artistas, periodistas y activistas desaparecieron en esos años, que marcan la etapa más sombría en América Latina.

Olvidar los años setentas y el arribo de las dictaduras en Sudamérica supone una amnesia histórica que nos condena a una orfandad des-cerebrada y des-corazonada sin parangón, es decir, ingrata.

Hoy más que nunca es preciso recordar a algunos de los poetas muertos o exiliados durante las dictaduras de los años setentas, como ejercicio para la memoria (ese músculo que los medios masivos, los políticos y la educación pública, se han encargado de atrofiarnos).

Este no pretende ser un trabajo exahustivo, ni en la búsqueda de los poetas, ni en la calidad de los textos elegidos, simplemente es un ejercicio de memoria, en tiempos igual de sombríos para los mexicanos, donde se asesina impunemente a periodistas y a gente inocente y donde la violencia ha llevado a muchos al desplazamiento obligado.

Monterrey es la ciudad donde no se habla de lo que debe hablarse, apática por cierto y muchas veces sin memoria. Es por cierto una ciudad con ciudadanos amaestrados, como sus poetas, que callan o cuando hablan lo hacen sin molestar a nadie.

Los poetas que a continuación leeremos perdieron la vida o su seguridad cuando escribir era arriesgado. Eran otros tiempos, diría cualquiera, hace 35 años... Yo no estaría tan seguro.



Poetas argentinos:

Ignacio Jesús Luna Sánchez (desaparecido en julio de 1976)
Meditación


El parpadear de las luces zozobró
en el profundo mar de la noche.
La vida ya no existe, la esperanza
con su profano vuelo está en su nido,
cubierta por la frondosa selva
de los fracasos.

El metálico tañir de una gota
sobre el espejado lago de los sentimientos,
quiebra la frágil copa del silencio.
Inesperadamente, rompe a tocar
la sinfónica de los vientos,
y el grisáceo ballet de la tormenta,
torna brillante la opaca superficie
de la tierra.
Quizás después.......un nuevo día.



Dardo Sebastián Dorronzoro (secuestrado en junio de 1976)
Mientras me matan

Comenzaron a matarme de a uno hace muchos siglos,
Después de a setenta, después de a quinientos,
Hay que ver cómo me matan ahora de a miles en cada esquina,
En cada feriado,

Cómo fabrican sueldos y galones con los huesos que me quedan,
Cómo fabrican calabozos para poner algún rincón de mis pantalones,
Y cómo se turnan entre gordo y gordo para
Ver de qué ojo muero primero,

Pero resulta
Que cada vez soy más uno de los otros,
Uno de los que nacen y renacen,
Y vuelven a nacer entre los fuegos,

Que cada vez tengo más luz, más pájaros, más flores en la puntería,
Que cada vez me soporto más elegantemente entre los fierros y los veranos
Y hay veces que me pregunto –me digo para mi-
Si ellos no harían mejor en cambiar de uñas y de cuentas,
De andar de peldaño en peldaño hacia debajo de las luces,
O en comprarse una sangre nueva,
Una sangre más limpia para usar en feriados y domingos.


Luis Fabri (Secuestrado el 19 de abril de 1977)

Llamado de adentro, grito de charco,
Un montón de dolores ancestrales
Que te estallan más allá de la garganta.

Llamado de solo, grito de espanto
Un montón de antiguos rencores
Que te provocan más acá de la injusticia.

Llamado de buscar, grito de querer,
Un montón de manos que dibujan direcciones
Que te llevan más adentro de los todos.

Llamado de señal, grito de poder
Un montón de pechos que se juntan
Que te aprietan más o menos al centro del clamor

Llamado de lucha, grito de guerra,
Un montón de fusiles que se encrespan
Que te llevan de golpe a la revuelta.


Poetas chilenos exiliados o que escribieron desde el encierro

Aristóteles España
Apuntes

Me fotografían en un galpón
como a un objeto,
una, dos, tres veces,
de perfil, de frente,
confeccionan mi ficha con esmero:
“soltero, estudiante, 17 años,
peligroso para la Seguridad del Estado”.
Miran de reojo:

Quieren mis huellas dactilares.
Un sudor helado
Inunda mis mejillas.
No he comido.
Creo que hay una tormenta.
Me engrillan nuevamente.
Tengo náuseas.
Empiezo a ver que todo gira
A mil kilómetros por hora.
Se estrellan sus puños
en mis oídos.
Caigo.
Grito de dolor.
Voy a chocar con una montaña.
Pero no es una montaña.
Sino barro y puntapiés,
y un ruido intermitente
que se mete en mi cerebro
hasta la inconciencia.


Eduardo Llanos
Aviso Clasificado

Centro de inteligencia y prisión preventiva
en vías de expansión a todo el territorio
necesita contratar personal de apoyo
en jornadas nocturnas, diurnas o vespertinas.
Se exige dinamismo, reserva, sangre fría,
olfato, patriotismo, buen oído y buen ojo.
Deseable posesión de vehículo propio,
estudios de karate y buena puntería.
Se ofrece buen sueldo, comisiones y viáticos.
Labor no rutinaria –con viajes de confianza
dentro y fuera del país–. Carrera funcionaria.
Postular solamente los más interesados.
Enviar nombre completo, sin datos ni currículo:
de eso ya tenemos un registro exhaustivo.

Mauricio Redolés
Septiembre

Dejé el país a las cuatro de la tarde
en avión y con sol
todo estaba normal hasta lágrimas
y nieve en la cordillera
latigazos de sombra
se cernían sobre mi cabeza.
Dejé el país a las cuatro de la tarde
Solo
(pero iba con todos)