Buscar este blog

23 mayo 2012

El mito de la revolución / Roger Bartra

El axolote afeaba el hermoso paisaje de la evolución y el progreso

No es principalmente la constitución lo que une a los mexicanos en torno al Estado, ni fueron solo los efluvios del nacionalismo revolucionario los que anestesiaron al pueblo para que no sintiera los dolores del crecimiento de un enorme aparato político de dominación autoritaria.

En ausencia de una ideología vertebrada y dada la extrema precariedad de los proyectos o modelos de desarrollo, la legitimidad del sistema político adquiere acentuadas connotaciones culturales: es preciso establecer una relación de necesaria correspondencia entre las peculiaridades de los habitantes de la nación y las formas que adquiere su gobierno. Así la definición del carácter nacional no es un mero problema de psicología descriptiva: es una necesidad política de primer orden, que contribuye a sentar las bases de una unidad nacional a la que debe corresponder la soberanía monolítica del Estado mexicano.

A las limitaciones de la ideología que emana de la Revolución de 1910 es necesario agregar la grisura de los héroes míticos surgidos de la historia moderna de México: como se ha hecho notar, los mitos tejidos en torno a personajes como Madero, Carranza, Obregón y Calles son de una gran mediocridad; el potencial mítico de Emiliano Zapata, por ejemplo, no ha sido utilizado por el Estado, dado que fue un enemigo acérrimo de los fundadores de la revolución domesticada. Sin embargo, la Revolución fue un estallido de mitos, el más importante de los cuales es precisamente el de la propia Revolución. Los mitos revolucionarios no fueron, como en otras naciones, levantados sobre biografías de héroes y tiranos, sino más bien sobre la idea de una fusión entre la masa y el Estado, entre el pueblo mexicano y el gobierno revolucionario.

El mito de la revolución es un inmenso espacio unificado, repleto de símbolos que entrechocan y que aparentemente se contradicen; pero a fin de cuentas son identificados por la uniformidad de la cultura nacional. En el espacio de la unidad nacional ha quedado prisionero y maniatado el ser del mexicano, como un manojo de rasgos psicoculturales que sólo tienen sentido en el interior del sistema de dominación. La cultura nacional se identifica con el poder político, de tal manera que quien quiera romper las reglas del autoritarismo será inmediatamente acusado de querer renunciar –o peor: traicionar- a la cultura nacional. -Roger Barta. La jaula de la melancolía.

17 mayo 2012

Los 5 olvidos del mexicano

“La revolución latinoamericana está congelada en México”
Intentaré ser breve. Muchos de los mexicanos padecemos algunos olvidos históricos. Son 5. - Uno. Tal vez a mucha gente joven no le tocó vivirlo, pero en México, al menos en 1988 y en 2006 a la sociedad le fue negado decidir quién quería que fuera su presidente. La imposición de Salinas de Gortari y luego de Felipe Calderón con sendos fraudes electorales, tienen a este país en las ruinas. No lo debemos olvidar.
- Dos. Medios de comunicación como Televisa en su programa Tercer grado, se mantienen en un clima de rechazo hacia el candidato López Obrador. A su campaña, para descalificarla, le llaman la República del Odio. En cambio a Peña Nieto lo presentan como un político moderno que, de llegar a la presidencia, “deberá cortar la cola del dinosaurio que está detrás de él”, llaman a eso un tema pendiente en su campaña, nos quieren hacer creer que eso es hacer crítica. Los medios de comunicación, como muchos políticos, se han vuelto cínicos. Muchos sabemos de los intereses que representa Peña Nieto, (transnacionales, wal mart, neoliberalismo, etc.); los intereses de un sistema que se está hundiendo y nos quiere llevar entre las patas. ¿A eso le llaman moderno? Peña Nieto jamás tendrá un genuino interés por el pueblo al que no conoce y al que teme. Esconderse en el baño de la Ibero da bastante cuenta de lo alejado de la realidad que vive Peña Nieto. Y tampoco se trata de que ame al pueblo, si no es Papa (que tampoco ama a ningún pueblo, pero lo hace creer), sino de que conozca la realidad que vive este país, más allá de estadísticas y números., y por lo que acusan sus reacciones en la Ibero, no solo desconoce al pueblo, sino que le teme, y eso, en un político es muy peligroso, porque la respuesta natural del miedo es la agresión.
- Tres. También padecemos otro olvido, que no tiene que ver con los fraudes electorales del 1988 y 2006, ni siquiera tiene que ver con toda la historia del PRI en el poder y su matanza de estudiantes en 1968, y otras más que se le achacan, sino con el poder político que podemos representar. Recordemos que frente a las campañas políticas, antes y después que ellas, estamos nosotros, una buena parte de la sociedad: la gran mayoría: obreros, jornaleros, campesinos, trabajadores de todo tipo, amas de casa, estudiantes, empresarios, artistas y muchos otros ciudadanos que estamos observando, tal vez sin tanto grito y sin manifestaciones en la calle, pero que estamos observando, guardando silencio, pero atentos a las acciones de los políticos. Hay millones de ciudadanos que no son tomados en cuenta en las encuestas (La gente de los pueblos, los que no tienen teléfono o computadora). Además de observar atentamente, muchos ciudadanos hemos padecido la forma en que se han llevado a cabo los asuntos públicos en este país, la pésima administración, el desvío de recursos, esa vieja costumbre de seguir con la careta y el discurso falaz que supone un escucha ingenuo y fácil de convencer. Parece que los políticos tienen esa imagen del mexicano que quisieran fuéramos todos, la del mexicano agachado, obediente y trabajador, uno que nunca levantará la voz y que preferirá votar por el candidato que los medios presentan arriba en las encuestas para no arriesgar su voto. Los ciudadanos hemos observado y padecido desde hace seis años o más, cómo ha crecido la delincuencia, los impuestos y los precios de la gasolina, el gas, las rentas y en resumen la vida diaria. Nos hablan de inflación y crisis mundial, que existe, pero siempre intentan darnos por respuesta una promesa convincente, aunque jamás tocan los temas de fondo. Nos dan circo y nos dan pan, pero caro.
- Cuatro. Un olvido histórico, no sólo mexicano, sino que le incumbe a América Latina: dos estados totalitarios y militares que han reprimido y desaparecido a miles de personas, en Chile, Augusto Pinochet, desde 1973 hasta 1990; y en Argentina Jorge Rafael Videla de 1976 a 1983. Dos ejércitos en el poder que terminaron con las libertades en esos países. Hablar de militarización en el país sin revisar la historia reciente de Latinoamérica es padecer de olvido.
Por todo ello es importante tener en cuenta qué es lo que están proponiendo cada uno de los candidatos y si sus propuestas son pertinentes, si son creíbles. ¿Puedo creer a un candidato que, con la mano en la cintura firma 50 o 100 compromisos?, ¿eso al país de qué le sirve si no está tocando los puntos neurálgicos? No es menor el tema de la elección presidencial en México. Estamos ante la elección más importante en el país desde los tiempos de la Revolución Mexicana, cuando Madero fue candidato contra el sistema de Porfirio Díaz. No quiero ser pesimista, pero las condiciones en las que nos encontramos me fuerzan a pensar así. Estas elecciones pueden llegar a ser las más violentas de toda nuestra historia. Dejemos de lado las grandes urbes, no pensemos en Guadalajara, ni en Puebla o el Distrito Federal, no pensemos en Monterrey. Pensemos en pueblos de Michoacán o en municipios de Coahuila y Nuevo León, en municipios de todos los estados del país puede desatarse la violencia. No estamos solos, a nuestro alrededor hay tipos armados todo el tiempo, de muchos bandos, buscándose para matarse, y en medio estamos nosotros, los ciudadanos. Hay razones para pensar que terminarán imponiendo a Peña Nieto en la presidencia o que lo intentarán con todo sus medios, como hasta ahora; pero nada impide, a seis años de distancia de la polémica elección en la que ganó Felipe Calderón “haiga sido como haiga sido”, frase que denota el cinismo de los que están por encima de la ley; que los ciudadanos ejerzan su derecho a defender el voto. En el caso de que este país y sus ciudadanos lo voten, deberán dejar llegar a la presidencia a López Obrador, si la democracia existe. En caso contrario, sonaría ingenuo una respuesta de confrontación ante el clima armamentista antes comentado, pero es factible ejercer el derecho a la defensa del voto con un paro nacional. Hacer válido el derecho de millones de mexicanos que no están siendo representados por los gobiernos priistas y panistas.
- Cinco. En México nos hemos olvidado del pasado, pero ojalá que no nos estemos olvidando del futuro.

08 mayo 2012

La suprema expresión es el silencio / Chéjov

Qué costumbres salvajes, qué gente. Qué noches absurdas, qué días tan grises y poco interesantes. El desenfrenado juego a los naipes, la gula, la borrachera, y las incesantes charlas siempre sobre lo mismo. Las innecesarias tareas y las conversaciones sobre el mismo tema se apoderan de la mejor parte del tiempo, de las mejores fuerzas, y queda al final una vida limitada y vacía, sin ningún sentido, de la cual ni siquiera uno puede escapar, como si estuviera recluido en una casa de locos o en una cárcel. Es por ello que la suprema expresión de la dicha o la desgracia es la mayoría de las veces el silencio; los enamorados se comprenden mejor uno al otro cuando están callados.