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30 noviembre 2015

Un drama mexicano / Alejandro Tantanian

A propósito de la publicación de "Un drama mexicano" en la Editorial Episkenion de Valencia, como parte de los textos seleccionados en la residencia de Creadores 2014, (junto a "Else y Henry" de mi compañera Puy Navarro), me permito compartir el generoso prólogo que el gran Alejandro Tantanian, nuestro tutor, tuvo a bien escribir y con el cual nos honra en las primeras páginas del libro. Muchas gracias a Tanta y a la gente de Creadores, una vez más, por esta oportunidad. Ahora hay que poner manos a la obra para que "Un drama mexicano" llegue a escena.

Un estructura quebrada en su orden temporal que revisita espacios y situaciones de manera aleatoria, personajes que tienen la dimensión de un cómic y son también todo un carácter, estructura concéntrica, líneas de pensamiento que se enuncian para negarse o complejizarse y una relación antimimética con lo real.

En el texto de Vidal Medina la lógica de los hechos pareciera formar parte de un entramado de sueños. Pensaba mientras leía la pieza en las pesadillas concéntricas de Borges o de Gustav Meyrink (sobre todo —más que en ningún otro lado— en El Golem) que Borges leyó y releyó e hizo suyo, claro. Los sueños como un sinfín, como una suerte de cinta de Moebius, recordando aquel otro sueño que Borges (junto a junto a Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo) recoge en su imprescindible Antología de la literatura fantástica, aquel sueño de Chuang Tzu que dice: «Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.» El sueño (o los sueños de Vidal Medina) se comparten entre esas dos voces que agitan su escritura, dos voces que no tienen cuerpo (son sólo 1 y 2), voces que parecieran salir de un texto kafkiano, voces agobiadas por los avatares del trabajo alienante y las burocracias tecnócratas, voces atravesadas por los campos de ficción del siglo XXI (la improbable serie de zombies en la que una tal Rosalinde es víctima de guionistas desalmados), las voces de un país (México) que se enuncia en este drama y se despliega en una serie de pesadillas recurrentes, compartidas, enunciadas. El mismo Vidal Medina al iniciar su texto con este cita de Marc Augé pareciera querer enmarcar su pieza en la frontera inexacta que ¿divide? ficción de realidad: «La catástrofe sería darnos cuenta demasiado tarde de que lo real se ha convertido en ficción y de que, por lo tanto, ya no hay ficción.»

El texto de Vidal Medina es un drama, sí, un drama que se dirime a dos voces y que intenta de manera precisa —quirúrgica diría— dar cuenta de un país; el intento de Vidal Medina merece una lectura atenta y gozosa: en su escritura, en su drama mexicano a dos voces pareciera estar todo el dolor, toda la felicidad, toda la pesadilla, toda la esperanza que encierra su país —como escribió Borges en su poema El Golem (sí, otra exquisita casualidad: ya supe nombrar esta fuente en este prólogo)—: «Si (como afirma el griego en el Cratilo) / el nombre es arquetipo de la cosa / en las letras de ‘rosa’ está la rosa / y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.»

Podemos decir —con Borges— que en la obra de Vidal Medina, en su Drama mexicano, en las letras de su obra está su país entero, está entero su país.

Alejandro Tantanian

Barrio de Belgrano, Buenos Aires, Argentina / 9 de agosto de 2015.

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