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13 julio 2012

El culpable de todo

El día en que nací el país entró en crisis económica. Soy el culpable de las devaluaciones del 76, 88 y del 94, y también las que vendrán. Si no recuerdas tiempos de prosperidad es por mi culpa. Cuando yo nací al país llegaron inversionistas extranjeros, y ese mismo día empezaron a saquear: ahí tienes la pobreza extrema en que vivimos. Cuando vi la luz por vez primera, no sólo el doctor lloró, también lloraron las enfermeras y los intendentes del hospital; soltaron alaridos las recepcionistas y además, mi hermana mayor me declaró la guerra. A papá y a mamá se les esfumó el amor y no podía ser de otra manera, había llegado el niño con torta bajo el brazo: una profunda crisis que sumiría al país en la depresión más grande de su historia. Nunca más volvieron a tener estabilidad ni los banqueros.

El país ha sufrido las consecuencias de haber llegado al mundo un tipo como yo. Ahora no sólo hay más criminales y asesinatos, sino que miles de familias, entre los que están mis padres, han jurado firmemente no traer más hijos a este mundo cruel que habita mi inhumanidad. México estaría mejor sin mí, me lo han repetido hasta el cansancio. El país prometía cambios, las cosas caminaban y el progreso no era sólo una ficción, era algo real, palpable. Pero desde que llegué todo ha cambiado. Los pobres siguen siendo pobres y los que no lo eran ya lo son. Mi presencia en el país ha cambiado el rumbo macroeconómico, pues hasta los políticos dejaron de lado su larga y conocida honestidad para dar paso a la basura a la que ya te has acostumbrado.

Para ti todo es normal, no puedes ver las diferencias porque sencillamente eres más joven que yo y no te han contado bien la historia. Además has estado mucho tiempo en el armario. Pero esta crisis social en que vivimos es toda culpa mía. Si te dicen que vivimos en un país en retroceso, que los analfabetas aumentaron y las casas se derrumban; si llega a tus oídos la noticia de que la información está falseada, las elecciones son un fraude o que todo son mentiras, piensa en mí, porque se va a poner peor.

Piensa siempre en mí cuando no encuentres salida y te desesperes por el hambre o lleguen cobradores a deshoras. Acuérdate de lo que te estoy diciendo porque no lo voy a repetir. Cuando te quedes en la calle y sientas que nada tiene solución, piensa, reflexiona. Tú que aún eres joven, que tienes treinta aunque parezcas de cuarenta, que tienes una vida por delante, difícil, pero vida al fin y al cabo, ten presente que esto todavía no ha terminado y no terminará mientras sigas ahí, guardando silencio, con tu cara de espanto y sin moverte. Si quieres gritar puedes hacerlo, pero no será suficiente con eso. Yo lo sé. Cuando yo nací grité muy fuerte, pero no hubo eco.

(Final alternativo de Tengo a mi vieja encerrada en el armario)

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