Buscar este blog

05 septiembre 2011

La construcción del futuro


Caerá el edificio del error y de la arbitrariedad, tiene que caer,
ha caído ya tan pronto como te des cuenta de que vacila
Friederich Schiller


Hay una idea de “fin de la historia” rondando la conciencia colectiva. Hay quienes aseguran que estamos en la antesala de la tercera guerra mundial. Yo no esperaría que esta tercera guerra se parezca a sus antecesoras en cuestiones de horror y muerte. No. Esta guerra sería diferente y en todo caso ha empezado ya.

Los levantamientos civiles en Londres, Libia, Egipto, Grecia, Chile y España, son el resultado de políticas económicas que a pocos privilegian. Las políticas bélicas, como la de Felipe Calderón en México, responden más al miedo de las élites, que a su deseo de brindar seguridad a la gente; su proyecto de mundo se derrumba, sus intereses están en juego.

La clase política en el poder se ha aprovechado de su posición privilegiada para someterse y someter a toda la población a los designios de quienes se erigen como dueños del mundo.

Hablar de los logros de la población civil en términos de derechos humanos o laborales vendría siendo entonces una ilusión. No existen condiciones para que la democracia se instale, ni forma de que los derechos humanos sean respetados por la gente en el poder. Al contrario estaríamos viviendo el recrudecimiento de la violencia y el ascenso de nuevos totalitarismos en el mundo. La militarización de Monterrey sería una prueba.

Según esta idea pesimista o realista, asisitmos al desvanecimiento de la esperanza y contemplamos, fríos como piedras, la pérdida irreparable de toda idea de humanidad.
Este proceso de deshumanización es obviamente parte de un plan estratégico para acabar con el hombre. Suena a película de ciencia ficción, pero la idea del fin del mundo está ahí, en la cabeza de mucha gente.

La población ha sido deshumanizada y estamos viviendo las consecuencias de tales hechos.

Sólo eventos como la tragedia del Casino Royale en Monterrey parecen sacudirnos lo suficiente para que abramos los ojos ante nuestra realidad. Hablando con algunos amigos y compañeros editores, estuvimos de acuerdo que en Monterrey hay un antes y un después con la tragedia del Casino.

No sólo duele la muerte de 53 personas inocentes, sino que se pone en evidencia todo un sistema de privilegios y componendas, un sistema de ilegalidades e irregularidades bajo las que vivimos y no queremos ver, porque las solapamos.

La capital del norte vive una de sus épocas más críticas. La gran Sultana ha caído víctima de sus propios errores y de su gran poder económico. La ciudad que conocíamos ya no existe, y jamás volverá a ser lo que era antes. En estos momentos Monterrey es la ciudad más vigilada de México, pero aún así, no toda la gente se quiere sumar al cambio.

Cuando un empresario se pregunta: ¿Dónde estábamos nosotros cuando los jóvenes perdían oportunidades?, recibe críticas en facebook, porque hay personas que no creen que su pregunta sea legítima. Al parecer a buena parte de la población nos gustaría encontrar entre los empresarios regiomontanos a los verdaderos culpables de todo.
Pero cabría preguntarnos a nosotros mismos, ¿Dónde y en qué estábamos pensando cuando México se llenó de armas? ¿En dónde nos metimos mientras el odio entre nosotros aumentaba?

Puede sonar a lugar común, pero todos somos responsables por nuestra ciudad, somos los artífices de nuestra propia desgracia y escultores de nuestra miseria compartida.

El proceso de deshumanización nos ha pasado por encima, ha estado frente a nosotros, o detrás de nosotros, haciendo una sombra que ha crecido ya lo suficiente para cobijarnos, pero es una sombra letal, es la sombra de la muerte como espectáculo masivo, de la posibilidad de nuestra muerte prematura.

De nada sirve lamentarse por los errores del pasado. Hoy la realidad nos urge a actuar. Son necesarias más que nunca acciones ciudadanas. No sólo marchas y protestas, sino acciones concretas. La única manera para que la ciudad reviva, es no dejar de hacer las cosas y hacerlas ahora de mejor manera.

Hacen falta nuevas propuestas para cambiarle el rostro a la ciudad. Hace poco un poeta y buen amigo me presentó su nuevo proyecto editorial, una revista de literatura gráfica, que tal vez no vaya a cambiar la realidad que vivimos, pero puede ser un canal excelente para que muchos escritores pongan a remojar la pluma y nos cuenten las historias que nos hacen falta.

Monterrey necesita más ideas propositivas. Es necesario que hablemos de nuestra ciudad, de nuestra realidad, que establezcamos nuestra propia narrativa.

Hace días estaba pensando que siempre que leo una novela escrita por un mexicano esta se desarrolla invariablemente en el Distrito Federal, ponle el nombre que quieras: Fadanelli,Rodrigo Fresán o Roberto Bolaño (que no es mexicano pero escribió mucho desde aqui).

¿Qué pasa con los escritores regios? ¿Desde dónde y para quién escriben? Esta pregunta es un tanto chocante, porque los lectores son fantasías en la cabeza del escritor, sin embargo la hago porque a mí también me chocaría que me la hicieran.

Al empezar la redacción de este panfleto flacucho y miserable, pensé que tal vez mis palabras caigan en el vacío una vez más, pensé que no soy nadie para decirle a los demás, “haz esto o haz aquello”, luego me dije que no importaba, escribir implica también correr un riesgo, ese riesgo.

La crisis que vive Monterrey es también, y así podríamos verla, una de las mayores oportunidades que tenemos como población civil para empoderarnos.

"Empoderarse" es una palabra que me gusta y creo que es pertinente usar en este momento. El poder de cambiar las cosas nos pertenece si nos lo agenciamos. Y creo que ha llegado el momento en que los civiles debemos tomar el poder que hemos dejado en manos de la clase política.

Este empoderamiento no requiere de una lucha armada, no requiere una revolución, como las que ya se han vivido y sólo dejan una estela de muerte y dolor a su paso, luego quienes llegan al poder se conviertan en los próximos tiranos. No. El empoderamiento tendría que venir de convertirnos en ciudadanos responsables, que no sólo exijan de los gobernantes un sentido ético para trabajar en pos del bien común, sino sobre todo que trabajemos en conjunto para construir, con las ruinas de humanidad que somos, un nuevo proyecto de vida.

Es necesario abrir nuevamente los diálogos entre los diferentes estratos de la sociedad. Es urgente voltear hacia las colonias populares y hacer trabajo con los jóvenes. (Suena ingenuo. A estas alturas del partido cualquier propuesta sonará ingenua).

Tenemos que tomar las riendas de nuestro destino, cambiar la manera en que entendemos el mundo y a nosotros mismos. Ser profundamente autocríticos quizá nos ayude juzgarnos a nosotros mismos antes que al vecino.

Monterrey requiere un cambio de rumbo, y podemos llegar a ser una ciudad modelo, ejemplo para todo el mundo. Hay gente emprendedora (se que el término es burdo y común, pero así es), gente con gran talento en muchos campos, no sólo artístas, sino investigadores, académicos y líderes sociales.

¿Qué nos falta? ¿Qué le falta a la ciudad y sus ciudadanos? Yo pongo la palabra “Empoderarse”, es decir hacernos responsables por nuestra ciudad.

Corro el riesgo de ser criticado, ya que esto sólo son palabras, pero como dice Ranciére: Hemos oído a tantos oradores que hacían pasar sus palabras por algo más que palabras, que no es necesariamente escandaloso oír decir que las palabras sólo son palabras.

Nada nos va a ser dado en bandeja de plata. Madurar es otra palabra que me viene a la mente en este momento. Monterrey se merece dejar atrás la infancia y el provincialismo. Nada es eterno, ni siquiera la locura. Abogo por dejar atrás la cultura de la queja y empezar a proponer soluciones. Ahora caigo nuevamente en el vacío y hago un respetuoso silencio.

la foto la robé del blog: sergiozurita.com

No hay comentarios: