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24 junio 2011

Louise Bourgeois / Sagrada y fatal


Hace pocos días asistí a la exposición: Louise Bourgeois: El retorno de lo reprimido, en la fundación Proa, un museo que queda a 10 cuadras de donde me hospedo, muy cerca de Caminito, en La Boca. Ahí me enfrenté por vez primera con su obra. Confieso que algunas de sus piezas me han impresionado más que otras, pero ante ninguna he sido indiferente. No hay impunidad en ninguna de ellas. Todas dicen algo, expresan algo que raya con el misterio, lo terrible y lo maravilloso. He tenido esa extraña sensación de querer asirlas, de apropiármelas. Un segundo encuentro afortunado fue un libro de textos y entrevistas a Louise que me prestó una amiga y del cual extraigo algunos textos para compartirlos con quienes lean esto:

Las palabras de un artista deben siempre tomarse con precaución. Suele ocurrir que la obra terminada es ajena, y a veces está reñida con lo que el artista sentía o deseaba expresar cuando la comenzó. en el mejor de los casos el artista hace lo que puede en lugar de hacer lo que quiere.

Cada vez que se me pregunta sobre mi obra me deseco. El cómo se hizo carece obviamente de importancia o relieve.

Algunos estamos tan obsesionados con el pasado que morimos sepultados por èl. Ésta es la actitud del poeta que nunca encuentra el paraíso perdido y también es la del artista que trabaja por motivos que nadie es capaz de comprender. Puede ser que lo que ambos intentan sea reconstruir algún elemento del pasado para así exorcizarlo, razón por la cual el pasado tiene para muchas personas un enorme poder y belleza.

Yo no sueño. podría decirse que trabajo bajo un hechizo, una especie de sortilegio que en verdad valoro.

El arte es un privilegio y una bendición, un alivio. El privilegio significa sentirse favorecido, que lo que uno hace no es del todo debido a uno mismo, a una situación que uno mismo haya producido, sino que se trata de un favor que le han hecho.

Nacer artista es tanto un privilegio como una maldición, pero ¿es algo que pueda enseñarse? No es posible convertirse en artista, sólo se puede aceptar o rechazar el don que le ha sido otorgado. No está en mi poder, ni tampoco es responsabilidad mía, ni tengo deseo alguno de intentar lograr el objetivo, imposible, de enseñar a alguien a convertirse en un artista.

Los artistas, si fueran médico (terapeutas) podrían ser profesores de inmensurable valor gracias a su perspicacia y acceso a los secretos del inconsciente, su capacidad de comprensión y su tolerancia hacia los trastornados.

Debemos dejar de correr y ocupar nuestro lugar... Situarnos unos frente a otros y mirarnos. Es decir, enfrentarnos a lo limitados e intrascendentes que en el fondo somos. Cada uno de nosotros debe experimentar este proceso frente a otra persona. En este punto podremos decir que hemos crecido.

Bretón y Duchamp me ponían violenta. Estuvieron demasiado cerca de mí y yo me opuse violentamente a ellos, a su intento de pontificar.

Los existencialistas desaparecieron cuando aparecieron los estructuralistas, con Lacan a la cabeza. los estructuralistas estaban interesados en el lenguaje, la gramática, las palabras; mientras que Sartre y los existencialistas enfocaron su atención en la experiencia. Como es obvio, yo estoy de parte de los existencialistas. Con las palabras uno puede decirlo todo. Puedes mentir sin parar, pero en cambio, al re-crear la experiencia no es posible que mintamos.
Como decía La Rochefoucauld: "¿Por qué habla tanto? ¿Qué es lo que tiene que ocultar? A menudo el propósito de las palabras es el de ocultar. Sin embargo, yo quiero disponer de una evocación completa y un control total del pasado. Por ello, ¿qué sentido tendría mentir?

Extractos del libro: Destrucción del padre / Reconstrucción del padre. Louise Bourgeois. Ed. Sìntesis, 2002.

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