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31 octubre 2023

Teatro de ciencia ficción en México: El caso Nuevo León.

 Por Vidal Medina




El más reciente número de la revista Investigación Teatral de la Universidad Veracruzana tiene un dossier llamado Escenarios de ciencia ficción, que capturó mi atención por completo.


Se agradece infinitamente que el número sea descargable: https://shorturl.at/dpHU9




Al principio creí que la revista documentaba el teatro de ciencia ficción que se hace en México actualmente, pero no es así, me fui con la finta porque uno de los artículos lleva el título: Teatro de ciencia ficción en México: hablan sus creadores. Así que pensé que se trataba de un estudio al menos representativo de lo que se hace en el país, pero más bien se trata de la transcripción de un coloquio entre tres artistas de la Ciudad de México y una profesora de antropología.


El contenido del dossier es rico y da para reflexionar y abrir un diálogo. El lector podrá constatar que efectivamente existen expresiones recientes de teatro de ciencia ficción en México, aunque una vez más, los artistas que residimos fuera de la capital no hemos sido tomados en cuenta para esas reflexiones.





A pesar de la omisión, que no es intencionada, felicito a los editores Gisel Amezcua y Carlos Gutiérrez Bracho; y a todos los involucrados, el número es poco menos que excelente. 


Disfruté mucho el artículo dedicado a la performa chicana: El teatro campesino, La Pocha Nostra, Asco y los colectivos de artistas chicanos radicados en Los Angeles. Las obras y performances que se documentan presentan un hondo corte polìtico, crìtico y transgresor que es propio de la mejor ciencia ficción latinoamericana. Dan ganas de ver. 


Se agradece la selección de artistas multidisciplinarios como Nahum Romero, que trabaja en las intersecciones entre la teoría del performance y el espacio exterior;  y de Juan José Diaz Infante, vinculado a la creación de satélites y la aeronáutica.


Pero lo que suscita esta reseña es comentar la charla que publican con el título: Teatro de ciencia ficción en México: hablan sus creadores., en la que participaron los dramaturgos y directores Stephanie León, Richard Viqueira y Jorge Maldonado, moderados por la antropóloga Anne Johnson, dentro del Tercer Encuentro Estéticas de Ciencia Ficción que se realizó en línea en noviembre de 2021 por convocatoria del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBAL.


No deja de ser interesante advertir que quizá la intención de quien transcribió la charla no era la de replicar un modo de pensar centralista 

según el cual se afirma que lo que se hace en la ciudad de México representa lo que sucede en todo el país. 


Si hemos de preguntar cómo surge y se manifiesta el teatro de ciencia ficción en México habrá que tomar en cuenta al norte, ya que en Monterrey también existe el teatro de ciencia ficción. 





Sólo si viviéramos en una realidad alterna en la que los sueños de los antiguos separatistas se hubiesen cumplido y en la cual Nuevo León ya estuviera anexado a Texas, podríamos hablar realmente de una separación. Pero tal utopía no se ha cumplido y por ello quienes vivimos en el norte seguimos siendo mexicanos. 


Pero ya sea porque a los norteños no se nos considera mexicanos, sino texanos en potencia, o porque ignoren nuestra existencia y por lo tanto no conozcan nuestro trabajo, es que escribo esto.


En cualquier caso, la realidad es que los creadores y sus obras son inseparables de sus contextos y de la ciudad en la que viven, Después está la lengua materna y no sólo el idioma. No hablamos igual en todas partes ni escribimos igual, ni hacemos el mismo teatro. Cada región tiene un tono particular y un modo de expresarse.


La charla, por demás interesante y que intentaré comentar brevemente, es una muestra representativa del teatro de ciencia ficción que se hace en la ciudad de México y no en todo México, por lo que hubiese sido más acertado titularla: El teatro de ciencia ficción que se hace en la ciudad de México: hablan sus creadores. 


Los artistas escénicos ya mencionados, Stephanie León, Richard Viqueira y Jorge Maldonado, fueron convocados para hablar de sus procesos creativos y de los problemas que enfrentaron al trasladar, por decirlo así, el género de la ciencia ficción al soporte teatral. Algo que personalmente he explorado en obras como Vestigios (Buenos Aires, 2011); Exposición de una larva / La larva. (Sala Experimental, Monterrey, 2016.); y Regina quiere detenerse (Mi Teatro, Monterrey, 2017 y FNCFV1.0., 2019). 


Por lo que ellos mismos nos cuentan, en sus obras hay una variedad de temas que van desde el cuestionamiento de la belleza (Mullberry); la exploración de la sensación de flotar (Bozal), o la teoría de la complejidad para crear una obra de ficción climática y viajes temporales, que me recuerda el estilo de la película interestelar (Vórtice). 


De cualquier manera, invito al lector de esta reseña a leer las páginas de la revista Artes Escénicas de la Universidad Veracruzana que comento y enterarse por sí mismo de lo que aquí solo puedo mencionar de manera superficial. 


Como buenos mexicanos los artistas escénicos no niegan la contaminación de la cultura norteamericana: los viajes interplanetarios, la Nasa, Britney Spears, la música rock y el punk. También dejan entrever que el cine y las series televisivas han influenciado a los creadores teatrales en mayor medida que la propia literatura de ciencia ficción.


Uno de los focos más interesantes de la entrevista son las dificultades escénicas que enfrentaron, los dispositivos creados y los puntos de vista desde los que abordaron sus montajes. No deja de ser notable que las convenciones teatrales pueden en muchos casos suplir una ausencia tecnológica. 





Como es natural, como dramaturgo percibo dos aspectos problemáticos en la construcción de un teatro de ciencia ficción: por un lado la dramaturgia y por el otro su traducción escénica.


En el caso de Vòrtice, de Jorge Maldonado, o en Mullberry de Stephanie León, parece que la dramaturgia escrita jugó un papel más importante que en el caso de Bozal. Conociendo de más atrás el trabajo del genial director Richard Viqueira, no es de extrañar que privilegie la imagen escénica futurista y la experiencia inmersiva del espectador por sobre el drama. Pero todo son conjeturas a partir de mi lectura, es decir, de segunda mano. Lo ideal hubiera sido verlas y vivir cada experiencia como espectador.  


De cualquier manera, a mi modo de ver, uno de los grandes retos al abordar la ciencia ficción desde el teatro y que le toca al dramaturgo planteárselo, 

es el mismo que se tiene que plantear cualquier escritor de ciencia ficción: ¿cuál es el valor literario del texto dramático en tanto ciencia ficción, y qué le aporta al género?


Podrá parecer conservador pensar que a estas alturas todavía importa el valor literario de un texto dramático, sobre todo cuando hablamos de performance teatral, pero precisamente ese es el tema que me importa.


Entender cómo se construye la literatura de ciencia ficción que se escribe actualmente en América Latina y en México puede arrojar mucha luz sobre la traducción dramática de los mundos de la ciencia ficción.





Los viajes interplanetarios y las aventuras de astronautas, así como la ficción climática o el cyberpunk forman parte de los numerosos subgéneros que integran el corpus de la ciencia ficción y al que se van sumando muchos más, ya que se crean nuevas contaminaciones.  


La gran madre temática que sería la ciencia ficción y a la que pertenecen muchos subgéneros le son importantes elementos como la verosimilitud, el punto de vista, la especulación y el Novum, un concepto propuesto por Darko Sauvin que representa la exigencia de que cada nueva propuesta narrativa aporte un elemento de novedad respecto al pensamiento especulativo o al punto de vista en el que este se aplica


Es interesante ver cómo el teatro y sus artistas buscan sus propios derroteros dentro de un género popular y masivo por excelencia, cuando el teatro no es ni el más popular de las artes (la música se lo lleva de calle) y precisamente no es masivo. 


Me interesa continuar la discusión partiendo de la dramaturgia escrita y de cómo ésta aborda los mundos de la ciencia ficción. Por desgracia este tema casi no se toca en la entrevista. Pertenece al problema de la construcción de ficciones dramáticas y no a la práctica de la performance teatral. 


Quizá la dramaturgia escrita está devaluada y el valor literario de una obra teatral ha pasado a segundo o tercer término y ya poco poco importa para los artistas de teatro si los cimientos de su edificio son firmes.  


Por la razón que sea, se extraña en estas tertulias la voz de dramaturgos como Legom debatiendo sobre la construcción dramática de los textos. Creo que en esta discusión él diría que no le interesan los géneros. Una vez me lo dijo. Pero sí que le interesaba la construcción dramática, porque hasta escribió un libro sobre ello e impartió clases, talleres y coordinó mesas de escritores. El asunto que le interesaba a Legom, en tanto escritor de ficciones, es algo que también le interesa a críticos como Tzvetan Todorov: la construcción del relato literario; pero además Todorov estudia el género en tanto manifestación específica del relato. 


A mí me interesan ambas, pero sobre todo el fundamento de lo que se pretende crear, es decir, algo muy específico: el estudio de la ciencia ficción como género para la construcción de textos dramáticos.


En 2018 impartí dos módulos en el ISEM y en la Casa Universitaria del Libro respectivamente del taller de escritura de ciencia ficción: Dramaturgias para después del futuro, en el que la premisa era partir de una idea de futuro para construir textos dramáticos. 


El resultado de ese taller fue el Festival Noches de Ciencia Ficción Vol.1 (FNCFV1.0) en el que estrenamos cinco obras en total; cuatro textos escritos en el taller: Las muñecas del valle inquietante, de Perla Saldívar, Dúctu, de Melissa Melendez, Soy Sheldón, de Johnatan Basurto, y Testimonio de un terrícola de Misael Dominguez, Por mi parte repuse Regina quiere detenerse que había estrenado con otro reparto en 2017. 


Todas las producciones fueron realizadas por alumnos de las escuelas de teatro locales: estudiantes de la Facultad de Artes Escénicas, El Cedart, y la Escuela de Teatro pusieron manos a la obra para dar vida a la primera edición del  FNCFV1.0 en noviembre de 2019. 


Ahora en 2023, logramos hacer realidad la segunda edición del Festival con un EFCA otorgado por el Gobierno de NL y el Conarte, en el que tuvimos la fortuna de encontrar una empresa aportante. Con ese recurso logramos estrenar, en el mes de agosto, cuatro obras previamente seleccionadas por convocatoria, a la que concurrieron 21 textos en total, de los cuales seleccionamos 5 obras. Las obras estrenadas fueron Anette Ramón Robot de William Guevara (Bogotá, Colombia); Cobayas de David Colorado (Monterrey); Nueva, nueva Alianza, de Jorge Fábregas (Guadalajara) y Los sermones del Obispo de Marte de Tomás Afán Muñoz (Jaén, España). Llevadas a escena por Anané del Villar, Daniel Gutiérrez, Mayra Vargas y Bryan Alvarado respectivamente.



La Nave Generadores del Parque Fundidora fue el escenario inmersivo en el que los espectadores presenciaron de manera sucesiva, en distintos espacios del recinto industrial las diferentes propuestas futuristas y distópicas.




Hacer una reseña del evento no es la finalidad de este texto, sino señalar un paralelismo contemporáneo y una simultaneidad en la práctica del teatro de ciencia ficción en México.


Baste esta escueta mención, no sólo para hablar de mi trabajo como gestor y promotor del pensamiento prospectivo desde la ciencia ficción en el teatro, sino también como creador de ficciones. 


Tampoco es el asunto de este texto dar una definición exacta de lo que es debería ser la ciencia ficción, ya que se trata de una discusión abierta y en evolución constante. 



No puedo negar que me encantaría darme una vuelta a la ciudad de México para ver los espectáculos
Mullberry, Bozal y Vòrtice, en caso de que todavía los encuentre en temporada; Pero también los invito a Monterrey para que vean lo que hacemos por acá. 


Lo ideal sería que las obras pudieran viajar y tuvieran giras por todo el territorio nacional, pero ese es un tema de movilidad que sería mejor discutir en otro lado. 


Por mi parte seguiré promoviendo el pensamiento prospectivo desde la escritura y desde la gestoría.


Para mí la ciencia ficción sirve para pensar y no sólo para entretener al público y desde ese punto de vista me interesa abordarla.  


Puedo terminar diciendo sin ningún temor a equivocarme que el teatro de ciencia ficción en México seguirá creciendo, ya que en los años venideros el los creadores seguiremos abordando de forma especulativa las problemáticas actuales. Sólo veamos el mundo en el que vivimos. Ya es en sí mismo una distopía con múltiples posibilidades de futuro. Y es nuestra responsabilidad imaginar y problematizar el futuro que queremos. 


31-10-2023




12 junio 2023

Memoria y violencia en el teatro regiomontano

 




Algunos alababan la obra y otros al maestro de la obra

-Gotthold Ephraim Lessing



La gente pocas veces, después de haber estrenado una obra, se acerca para decirme, “oye, ¿sabes qué? tu obra me gustó pero podrías mejorar estos aspectos”. Las personas normalmente me felicitan o simplemente se quedan calladas, lo cual puede interpretarse como que la obra no les gustó o que no les gusto yo, en fin, que sabemos que existen silencios incómodos que por falta de tiempo no se convierten en críticas, quiero creer. 


Agradezco mucho que una persona se tome el tiempo de escribir una crítica de mi trabajo cuando lo ha visto o leído. Eso hizo Lessing, quien ejercía el oficio de dramaturgo, pero se convirtió en crítico profesional al escribir sus opiniones sobre la estética del teatro alemán de su tiempo en un libro llamado El Laocoonte. Así pues, asumiendo que una crítica no es un juicio de valor sobre la pieza observada ni sobre el artista que la hizo, sino un análisis de sus componentes, aquí van mis apreciaciones sobre las tres obras que pude ver en el 33 Encuentro Estatal de Teatro de NL la semana pasada.   


1. 

En la inauguración se presentó un emotivo homenaje a los decanos Mirna Kora (Q.e.p.d) y Virgilio Leos, bajo la dirección de Mayra Vargas y Elvira Popova, quienes llevaron a escena Las ruinas de la memoria un texto de Luis Guerrero que pone el foco en la pérdida de la memoria real, no metafórica, que aqueja a personas de la tercera edad con demencia senil.


Sin memoria somos cuerpos vacíos, moldes huecos. Por ello la memoria es igual que la vida espiritual, ya que produce imágenes de lo que fuimos y ayuda a construir lo que estamos siendo. Un texto inmejorable de Luis Guerrero para rendir un merecido homenaje a dos grandes figuras de la escena local. Por otra parte, qué mejor homenaje para un actor de tan amplia trayectoria, como Virgilio Leos, que tener la oportunidad de verlo en acción y activar así los mecanismos de la memoria viva. 


El Mtro. Leos interpreta a un hombre cuya memoria, caprichosa y obsesiva se ha instalado en un eterno presente que a la vez oculta el dolor de aquello que no debe recordar o que recuerda bajo otro nombre: la culpa. 

La Mtra, Mirna Kora (tristemente fallecida hace muy poco) se hace presente en su voz, al contar con el registro vocal de ensayos y lecturas de texto y de esta manera hacer posible su presencia-ausencia y así interactuar con el actor de ochenta y pico de años. La culpa y el amor que esta pareja de ancianos comparte son representados por el olvido en él y la memoria en ella. Un insoportable bucle temporal que va mermando su comunicación cotidiana. 


También es llamado a escena Luis Guerrero, el ya citado autor de la obra, en un doble rol entre el personaje del nieto y el de técnico asistente, pero con una función dramática disminuida en favor de las resoluciones técnico-escénicas. En algún momento, al ser mínimas las acciones en escena, la obra se torna estática. Pronto la atención se concentra en escuchar atentamente el texto. Se compensa un tanto el desequilibrio con la dinámica visual de las pantallas y los videos. Al final la obra da un giro inesperado y melodramático que saca al espectador del bucle y lo instala de golpe en la resolución del conflicto. 


Cabe señalar que en otras obras de Luis Guerrero, como Los Payasos, también se recurre al melodrama, lo cual ya apunta a una cualidad estilística del autor. Un merecido y emotivo homenaje a dos grandes personalidades de la tradición teatral regiomontana cuya memoria, gracias a este montaje, se conserva viva.


2,

La violencia ha estado presente en Monterrey de manera aguda al menos desde hace catorce años. Entre 2009 y 2011 se instaló definitivamente como un cáncer y poco a poco fue carcomiendo el tejido social y acabando con años de convivencia pacífica, sin lograrlo del todo, pero dejando al miedo como un fiel acompañante de toda salida nocturna. 


La guerra nunca se fue y todavía vivimos sus efectos, que ahora se notan más en las generaciones de jóvenes. No hemos hablado lo bastante de violencia, feminicidios e inseguridad de tal manera que hayamos generado un cambio o podamos hablar de conciencia social.


Pero ahora también el teatro está viviendo su catarsis y despojándose del miedo a tomar la palabra para hablar de los problemas de su tiempo en lugar de quedarse en la cómoda posición del teatro burgués-conservador que a tantos gusta y que tan bien se vende, pero que no denuncia.


La forma en que la violencia es entendida, vivida y por lo tanto narrada en el teatro, es distinta en cada creador y da cuenta de la posición desde la que se ejercen los discursos y se hace uso de la voz y para qué.


Por un lado habrá quienes hagan uso del escenario para que los volteemos a ver, para contarnos algo propio: compartir su dolor y después de muchos años romper el silencio. Este es un teatro que crea comunidad al acercarnos a la persona que rompe todas las barreras personales, familiares y sociales para contar una vivencia dolorosa. Para hacer esto posible hace falta mucho valor, una amorosa compañía y respaldo, un equipo de trabajo y un público receptivo. Este acto valiente y humano es el caso de Cassandra Colis y su 404 not found, un biodrama que toca inevitablemente el corazón de quien lo aprecia al abordar el doloroso caso de un feminicidio, pero lo hace sin melodrama, de manera poética y acompañada por un trabajo audiovisual impecable. La interacción del público es llevada a cabo de manera muy cuidada y con la única consigna de acompañar a la actriz en su doloroso trance y darle recuerdos vividos. Una obra que debería ver mucha gente en este país, y a la que le auguro una larga vida. Los objetos y las imágenes están en su justo lugar y crean su propia fuerza de atracción gravitatoria, como la luna llena.


3.

En un registro muy diferente se presentó Kumbia sumergida. Antonio Craviotto firma la puesta en escena y el incansable Hernán Galindo la dramaturgia. La obra aborda el asesinato del grupo de música vallenata Kombo Colombia a manos del narco hace algunos años. Otra vez aparece la violencia en escena para confirmar que el arte teatral ya se ha despojado de sus tabúes sociales para exponer y denunciar la impunidad y la injusticia.


Con pocos, pero bien manejados, recursos escénicos Cravioto logra crear buenas imágenes y resolver escenas con plasticidad: una estructura de andamios en la que se despliega el trabajo corporal de los actores, un árbol, una pantalla y la música en vivo del grupo El Tigre, y la iluminación son elementos destacados que contribuyen a que el campo visual y auditivo de la obra sea atractivo a pesar de lo fragmentario del texto, que presenta una estructura de tiempos traslapados en los que recrea escenas del secuestro, interrogatorio y asesinato de los integrantes de la agrupación musical y los intercala con testimonios y denuncias de personajes como la mujer policía, cuyo hermano estaba entre los músicos secuestrados. 


En cuanto a las actuaciones, los actores derrochan energía: bailan y cantan al ritmo de la cumbia colombiana pero no terminan por cuajar una interpretación verosímil de sus personajes, tornándose impostados y por lo tanto no creíbles. 

Colonias populares de Monterrey como La Independencia, Sierra Ventana o la Campana, de donde eran originalmente los integrantes del Kombo Colombia, son mencionadas en la obra pero en ningún momento son sustentadas por imágenes en el cuerpo del actor que le den organicidad a la palabra y por lo tanto, verdad.


En este caso el texto y la obra están acorde con su tiempo al reflejar la violencia en el Monterrey popular como lo han hecho la película Ya no estoy aquí, o la obra de teatro Ese Boker en el campo del dolor, de Víctor Hernández.


Kumbia sumergida recrea escenas y denuncia casos pero no revela nada nuevo. Vale como gesto plástico. Es un espejo eso sí, de un problema social que lejos de resolverse sigue creciendo.




Vidal Medina

12-06-2023


12 abril 2023

No hay excusas para no ser transparentes: El presupuesto de Conarte

 

El día de ayer se suscitó una disputa en Facebook, en varios muros y con varios personajes involucrados, entre ellos el periódico La Rocka, el Vocal de literatura Juan Manuel Zermeño y quien esto escribe.  


El Periódico La Rocka publicó una crítica del gasto oneroso que el gobierno estatal hará para traer al MacroFest a Santa Fe Klan, 20 millones de pesos; mientras que a Conarte este año le han recortado el presupuesto en 50 millones.  


Llamó mi atención la respuesta del Vocal de Literatura a la crítica, tanto que aquí voy a reproducirla.  En su muro de FB Zermeño responde a la Rocka:  


Dicé usté también que la Secretaría de Cultura gasta millonadas en los conciertos, bueno, le informo que a mí, en una reunión, la secretaria de cultura me informó personalmente que ellos gestionan la organización, pero que ese dinero no viene de la bolsa destinada para esta secretaría. O sea, ese punch de presupuesto no era algo que se le quita a materia de cultural(...)“Se nos aseguró una negociación en la que "el Sr. Gobernador está en la mejor disposición" de otorgar una ampliación presupuestal para poder seguir operando la cultura para todas y todos. Yo estuve en ese comité yo estuve en esa reunión, a mí nadie me lo contó.


Con ánimos de llevar este tema al terreno de la congruencia y abandonar los ataques personales, en el afán de generar concilio y comunicar de manera transparente, es que invito a Juan Manuel Zermeño Posadas, en su rol como Vocal de literatura, a compartirnos la Minuta de la reunión que sostuvo el día 1° de abril a las 12 del día con la Secretaría de Cultura, la Presidenta de Conarte, y cinco Vocales. 


También lo invito a que nos explique por qué no fueron invitados los demás vocales, siendo que suman 12 los representantes de las comunidades artísticas y los demás no se enteraron sino hasta después de ocurrida la reunión. 


De igual manera lo invito a compartirnos la manera en qué fue designada dicha Comisión y por quién. 


La razón de todo es precisamente dejar de especular con la información. Zermeño asegura que él estuvo ahí y nadie se lo contó, pero no basta, tenemos que recordar que esas reuniones son de carácter público, entre Vocales representantes de las comunidades, y autoridades estatales, y los temas son de Interés Social. 


Tenemos derecho a saber quiénes tomaron la palabra, qué se dijo, qué propuestas hubo de parte de los vocales y cuáles fueron los acuerdos a los que se llegaron. 


El registro de esa junta es de interés público y apelando a la transparencia de la que el Gobierno presume, porque “no hay excusa para no ser un gobierno transparente”, es que invito a Zermeño a compartir el documento oficial de esa reunión. 


Gracias.


Vidal Medina.

04 enero 2023

Construir común frente al desastre cultural en Nuevo León

 



Por Vidal Medina


Advertencia al lector:


En este texto utilizamos palabras como “desastre”, “catástrofe”, "desarticulación" y “negligencia”, pero nunca “apocalipsis” en el sentido de fin de los tiempos; nos referimos a los tiempos actuales como “nueva normalidad”, pero eso no implica renunciar a formas del pasado que consideramos ausentes y necesarias.  Habrá palabras como “caminos”, “construcción”, “acción”, “interacción”, “unión”, “común y “divergencia” incluso “interés”. 


Muchas de las ideas aquí vertidas no me pertenecen de origen, me las he apropiado, por eso a veces escribo en plural, como diciendo que “escribimos este texto” junto con mis lecturas, las ideas que he tomado de otra gente y sus palabras. Siempre ha sido así. La construcción de mi identidad es en parte colectiva.


También escribo en plural porque reconozco que no lo hago en el vacío, sino para la comunidad artística y quién se sienta parte de ella. 


A algunos de ustedes las ideas aquí vertidas les pueden parecer insurgentes, o por el contrario, obsoletas.


Tengan por seguro que me faltan palabras para completar todo lo que este texto quisiera decir, esas las pondrán ustedes, yo sólo cuento con estas, insuficientes pero bien aceitadas.



Lo común

Quiero empezar citando a Isabelle Stengers, para quien antes de emprender cualquier acción es necesario crear un “sentido común” o un “común sentido”, que no existe de antemano, hay que procrearlo. En primer lugar tenemos que reconocer lo “común” para después darle un “sentido”. 


En el caso que nos ocupa empezaremos por lo obvio: estamos inmersos en un desastre cultural y de seguir en este rumbo nuestro trabajo corre el riesgo de desaparecer.

 

Tenemos que dar nuestro reconocimiento a todos aquellos que han mantenido viva la llama del teatro, la música, la danza, las artes plásticas y las letras, en las peores condiciones, que son las actuales. A quienes, por la pasión que los ocupa, han hecho su trabajo recibiendo pagos mínimos o salarios de mierda, por algo que sabemos vale mucho más. A quienes han encontrado la libertad financiera para seguir produciendo, y a quienes han renunciado a las bolsas institucionales y siguen rebeldes y perseverantes manteniendo de su bolsillo su trabajo, imprimiendo libros, fanzines, haciendo teatro de bolsillo, y tocando en bares, aunque cada vez son menos.


También a quienes han cumplido en tiempo y forma con todos los compromisos adquiridos con las Instituciones públicas y las empresas privadas, a pesar de que ambas, en muchos casos, retrasen los pagos o se declaren en insuficiencia presupuestaria. 


Si puedo escribir este artículo es gracias a ustedes que han seguido produciendo en estas condiciones y lo seguirán haciendo a pesar de todo. Sin ese motor esta ciudad sucumbiría ante la barbarie que nos amenaza por todos lados. 


Pero también escribo para los que están en paro, por decisión propia o porque las condiciones económicas ya nos les dieron para seguir haciendo su arte, a todos esos actores, bailarines, músicos y escritores que decidieron detener su producción y en cambio seguir vivos o cumpliendo con sus obligaciones familiares. 


Para quienes tuvieron que cerrar sus centros culturales porque no pudieron hacerle frente a la pandemia. 


A quienes han tenido que migrar a otras ciudades o países, porque Monterrey no les brindó las condiciones para seguir produciendo y a quienes, dentro de la ciudad también han tenido que migrar, de espacios, de casa y lugares para poder ensayar y seguir teniendo presentaciones. 


También a las pocas personas que han invertido su dinero en espacios culturales para que las artes sigan encontrando su público en estos tiempos aciagos.


Son importantes los que se han ido: Patricia Laurent Kullick, Gerardo Dávila, Iván Trejo, Jesús Blake, Rubén González Garza, Óscar Sensei, Héctor Carrizosa, Julián Guajardo, Mirna Kora, María Estela Robles, Luis Aguilar y tantos otros artistas que han muerto en muchos casos por enfermedades crónicas y sin seguro médico. 


A todos ellos tenemos que darles las gracias, sin embargo, también hay que decirles que la ciudad se nos fue de las manos y no opusimos resistencia.


Esos somos nosotros; compartimos problemas asociados a la falta de pagos, ausencia de seguros médicos y pensión para el retiro. También tenemos en “común” que, con los recursos propios, muy pocos tendremos una vejez y una muerte dignas. 


Por todo esto afirmo que esta ciudad se cayó a pedazos en materia cultural. No debería sorprendernos la afirmación, sino preguntarnos ¿Qué hicimos mal?


No sólo lo que hicimos mal los últimos años, es claro que la pandemia terminó desdibujando todo el sistema cultural orgánico de la ciudad y en su lugar se está configurando un nuevo sistema en el cual nosotros llevamos la peor parte.  


Antes había Movimiento Cultural en la ciudad, había encuentros independientes de todo tipo, es decir había comunidad ¿qué nos pasó? 


Son preguntas incómodas pero necesarias, 


Vivimos y trabajamos en medio de una crisis, son malas noticias, pero estamos llenos de malas noticias por todas partes, así que una más no puede ser tan terrible. Quizá lo más terrible de ésta, es que nos implica, y nos convierte en agentes responsables. Y si no nos ponemos en acción se pondrá peor, a tal grado que habría que pensar muy seriamente en la muerte del arte, por el simple hecho de que nuestra actividad se podría volver insostenible económicamente en los próximos meses.


Eso somos nosotros. 


Las soluciones

Para forjar el sentido común es necesario reactivar la imaginación, y para ello Isabelle Stengers llama a problematizar: ver un problema ahí donde teníamos una solución o dos soluciones antagonistas.  


Paradójicamente La Secretaría de Cultura fue creada para dar atención a los grupos vulnerables de la entidad y para ello se duplicaron muchas de las funciones del Conarte, se creó un nuevo aparato burocrático que pasó a ocupar el LAB NL como centro de operaciones y al mismo tiempo se adelgazó la nómina de Conarte en cuanto a número de trabajadores, aunque a finales de año aprobaron un aumento de sueldos. 


Hablando de “lo común”, es claro que no podemos aplicar la palabra “nuestro” al recién creado LAB NL, ni podemos aplicar esa característica a la Secretaría de Cultura de Nuevo León.  


La recién creada Secretaría de Cultura, la casi extinción del único órgano democrático cultural: CONARTE y el LAB NL, son soluciones que representan nuestros problemas de fondo como la precariedad, la falta de espacios para la creación y la inexistencia de una legislación que contemple nuestra actividad profesional.


A esto se suma una de las prácticas más nocivas de esta comunidad “el amiguismo”, que muchos de los funcionarios públicos en las Instituciones de Cultura de Monterrey, San Pedro o San Nicolás, tienen como práctica habitual, lo que reduce significativamente las oportunidades de participación del resto de los grupos de la entidad. Esto resulta en prácticas desiguales y oportunidades para unos cuantos. Si a esto le sumamos lo dicho arriba sobre la violación sistemática de nuestros contratos y convenios de pago, estamos en la lona. O lo que es lo mismo, desunidos, desarticulados.


Por si esto fuera poco, la precarización del trabajo artístico no sólo afecta la calidad de la producción artística, sino también la salud mental de artista.


Por otra parte, hemos perdido espacios y hemos perdido presencia en la ciudad. Ha desaparecido el "movimiento cultural orgánico": las iniciativas ciudadanas que daban vida al teatro, la música, las artes plásticas, los encuentros independientes; hablo de tocadas, presentaciones de libros, funciones de teatro en lugares recónditos, exposiciones en sitios alternativos. Sigue habiendo, pero son una excepción a la regla y están completamente desconectados entre sí.


La ciudad está muerta culturalmente. Lo que hay es un cadáver, de pie, sí, pero es puro hueso, infraestructura y presupuesto (para los sueldos de los altos funcionarios). A la ciudad le falta el alma que la animaba. ¿Qué nos pasó? ¿envejecimos? ¿migramos? ¿nos cansamos?

La solución de la nueva Gobernanza Cultural es un desastre, ya que se ha implementado sin tomar en cuenta lo hecho por las comunidades culturales en esta ciudad y sin una legislación acorde a los nuevos tiempos. Este nuevo sistema se impuso desde años atrás con poca resistencia de nuestra parte, y la que existió fue anulada. 


En esta nueva política cultural somos números al servicio de un Estado algorítmico sujeto a indicadores, y pierde sentido nuestra humanidad y nuestra condición como sujetos de derecho. 


En las soluciones están nuestros problemas. La nueva infraestructura es un Elefante Blanco. Nosotros no estamos contemplados para espacios como el LAB NL, no nos pertenecen. Por lo tanto, esos espacios dejan de tener “sentido”. Sólo tiene sentido lo que es habitable, lo que habitamos orgánicamente.  La infraestructura cultural del LAB NL carece de sentido para la comunidad cultural de la entidad, o buena parte de ella, ese es uno de los problemas. El sentido de pertenencia no se puede comprar con inversión en un edificio, pero esa inversión sí que puede afectar el desarrollo cultural en una entidad.



El sentido.

Ante la ausencia de acceso a los derechos fundamentales de los trabajadores del arte y la cultura y ante el adelgazamiento de los presupuestos para los programas de cultura, mientras aumentan los sueldos de funcionarios, nuestra labor, ya precarizada, está al borde de la desaparición y no podemos quedarnos de brazos cruzados.


Necesitamos una resurgencia de los comunes desde la perspectiva de un desastre doble, citando a Stengers, que es a la vez social y subjetivo. Es social porque la destrucción de los comunes es parte del desastre y es subjetivo porque implica la depresión de las voluntades hacia la No acción.  La destrucción de los comunes acompaña al colonialismo.


Por todo ello es necesario “procrear” un dispositivo que nos permita organizar de mejor manera los intercambios entre los artistas, las instituciones y el público. El dispositivo que propongo no es nuevo, existe en la Ley Federal del Trabajo y se llama sindicato.


Un sindicato es una unión de trabajadores que se organizan para defender sus intereses laborales, asesorados jurídicamente y con representación legal ante todas las instituciones estatales. en este grupo todos sus miembros tienen derecho a la defensa y asesoría legal en pro de sus intereses laborales y en casos de incumplimiento de contratos, retrasos de pagos, etc. 


Necesitamos una Unión consagrada enteramente a los intereses jurídicos y legales de los que hacemos arte en esta ciudad. Un organismo que perdure en el tiempo, más allá de los funcionarios de paso y de los partidos políticos. Una Unión de Trabajadores del Arte y la Cultura de Nuevo León sin partidismo y sin colores.


El sindicato que propongo se podría llamar Unión de Trabajadores del Arte y la Cultura de Nuevo León.



El llamado

Si Monterrey pretende figurar como una ciudad de Vanguardia, tiene necesariamente que atender al sector artístico.


Así que podemos empezar a ponerle firmas y contenido a los estatutos de esta Unión, para poder tener en poco tiempo un organismo que contemple las necesidades de una comunidad que representa un sector estratégico para la reconstrucción del tejido social; un sector económico que da trabajo y genera capital simbólico y contenido edificante para la ciudad.


Es ahora o nunca. 

Los escucho.