"Entrañable el trabajo de ese hombre sobre el escenario”, fueron las palabras de la maestra Coral Aguirre, al final de la función de Los iluminados, para referirse al trabajo de Alejandro Orlando, quien interpretaba a Carlucho, un hombre con el mal de parkinson, y cuya interpretación conmovió no sólo a Coral Aguirre, sino a todo el público asistente que aplaudió de pie al final de la función, la noche del miércoles en el escenario del Teatro Convex.
Hernán Sevilla y Alejandro Orlando como Ronco y Carlucho respectivamente, se brindan sobre el escenario y nos regalan una interpretación conmovedora en una obra sobre la amistad, los sueños y la condición humana. Los iluminados es dirigida por Cheté Cavagliotto, directora con una vasta trayectoria en ópera, teatro y espectáculos en espacios no convencionales.
Dos hombres encerrados en un espacio ambiguo, pero que podría ser un asilo, una cárcel o un manicomnio, esperan, como los personajes de Esperando a Godot, a una persona que vendrá por ellos, pero esperan en vano; aunque diferencia de Didí y Gogó, es la lucidez lo que caracteriza sus diálogos, en los que debaten sobre el aislamiento y la esperanza de salir y enfrentarse al mundo.
La obra nos muestra a un Carlucho ingenuo, pero su fe, quizás infantil, es la única motivación que encuentra para pararse de la cama cada día. Ronco en cambio es racional, pensante. Podríamos decir que la obra transcurre mientras matan el tiempo. Los iluminados es una obra donde la fragilidad humana se deja traslucir a través de los diálogos sobre la amistad, los sueños y el deseo de libertad.
El final de la obra es cautivador y abierto, da lugar a varias interpretaciones en las que Coral y yo nos intentábamos poner de acuerdo. Al final convenimos en una solución satisfactoria para ambos.
La obra presenta una construcción sencilla que es de agradecerse ya que logra lo que todo espectador le pide al teatro, que lo toquen en las fibras más sensibles a través de mecanismos sencillos y humanos. Los iluminados es la segunda parte de La trilogía del fin del mundo, de Alejandro Orlando y ganó el Premio Nacional de Dramaturgia en 2002 de la Asociación Argentina de Autores.
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