Cristián Drut es un joven director argentino que se caracteriza por montar obras de autores europeos; ya ha trabajado con textos de Sarah Kane, Jean-Luc Lagarce y Jan Fabré, por mencionar algunos.
Ante un auditorio que casi llenó el teatro, vimos una escenografía sobria que ocupaba sólo la parte delantera del escenario, y a tres actores, Carolina Tejeda, Cecilia Czornogas e Ignacio Rodrígez de Anca, cuyo trabajo está centrado en la palabra, frases contenidas pero llenas de emociones encontradas. El montaje despliega ante nosotros un mundo de relaciones humanas sombrías.
Corinne y Richard son una pareja que ha escapado de la ciudad para instalarse en una casa de campo e iniciar una nueva vida junto a sus dos pequeños hijos. Sin embargo una noche, Richard recoge a una mujer (Rebeca), la ha encontrado inconsciente en medio de un camino y la lleva hasta su casa. Este acontecimiento desencadena una serie de situaciones tensas y confrontaciones por medio de diálogos ríspidos y sarcásticos. Richard es médico y le ha dicho a Corinne que era su responsabilidad recoger a esa mujer y ayudarla, sin embargo sus respuestas elusivas hacen que dudemos de lo que dice. ¿Quién es esa chica misteriosa? , y ¿quién es ese otro personaje, Morris, nombrando todo el tiempo y que nunca aparece en escena, qué papel juega él en todo esto?
En el campo nos presenta la historia de un triangulo amoroso, pero es más que esto, asistimos también a la mirada sobre un mundo en el que los personajes no experimentan amor o alegría. Una obra de mucha contención, pero fuerte. Los diálogos sobrepuestos y las constantes interrupciones nos hacen pensar en relaciones caóticas en las que detrás de las palabras está el desamor, la infelicidad y la caída irremediable.
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