Por Vidal Medina
En este artículo le daré seguimiento al de ayer aprovechando los comentarios críticos que he recibido, los cuales agradezco encarecidamente. Sin diálogo y sin interlocutores estaríamos en el desierto, no es así. Primero que nada debo hacer una aclaración acerca del evento “Los límites del lenguaje”. Yo no escribí una crítica acerca del evento, no hubiera podido hacerlo ya que no asistí a todas las presentaciones y no es de mi interés criticar por criticar, yo quería poner un ejemplo de cómo a veces eventos culturales que pueden ser buenos y de calidad no llegan a todo el público o no están diseñados para todo el público. También debo aclarar algo: yo no escribí que deban dejar de hacerse eventos como “los límites del lenguaje”, al contrario la ciudad necesita eventos como esos y muchos más de otra índole. Por otro lado me señalaron, algún lector o lectora, que ese evento fue organizado con mucho esfuerzo y que no estaba tomando en cuenta la opinión o no estaba calzando los zapatos de quienes lo hicieron. Es verdad, confieso que hablé sólo de un concierto al que asistí la noche del jueves y el lugar estaba repleto de poetas y artistas, de amigos, vamos, también amigos míos. Se que los “límites del lenguaje” se hizo gracias a la colaboración de mucha gente no necesariamente de Conarte, espacios culturales independientes y que han nacido con una vocación cultural, como la CCCP, -el centro de investigaciones poéticas y performáticas que coordina José Eugenio Sánchez- fue uno de los espacios que prestó sus instalaciones para la realización de dicho evento. Venga, que ha habido lecturas memorables, que todo estuvo muy bien, yo no lo cuestiono, ni el esfuerzo, ni la calidad de los poetas, al contrario, lo celebro. Ese no es el tema de mi artículo de ayer, pero quise aclararlo por que perdí de vista éstas cuestiones. Entonces aclaro que mi crítica no va encaminada a crear encono, en todo caso abrir un diálogo. Minerva Reynosa, Gildardo González y el propio José Eugenio Sánchez entre otras personas merecen una mención.
Asistí a la lectura de Ricardo Castillo en la Casa de la Cultura y fue una excelente lectura, aunque con poca gente. Creo que Ricardo Castillo es un excelente poeta, conoce a fondo su propia poesía, es decir, no sólo de memoria sino físicamente, de manera orgánica, y es capaz de crear imágenes con las palabras y el sonido de su voz. Aunque su performance pudo tener más, muchas más variantes en el manejo de los ritmos de voz y las modulaciones, ya que de pronto se tornaba repetitivo.
Ahora deberíamos preguntarnos por qué Conarte no dio mayor difusión a este evento, en qué condiciones se prestó el espacio de la CCCP, es decir si fue rentado o fue prestado, esto para saber cómo la institución paga el servicio de la comunidad, cuando quien debería brindar el servicio cultural es la institución, etc. Yo no se si exista una fractura interna en Conarte, pero lo presiento. Se que si hay gente que sabe hacer bien su trabajo, que conoce la vida cultural de la ciudad y hay que gente que no.
Ahora intentaré ir al meollo de todo el asunto y es el tema de la Creación de Públicos, la panacea de las respuestas a todas las preguntas y malestares del artista y de la institución cultural: La creación de públicos. Empiezo haciendo series de preguntas a artistas y funcionarios:
Primer serie: ¿Qué pasa con el público? ¿En quién piensan cuando realizan sus eventos culturales? ¿Qué sector social tienen en mente? ¿Lo tenemos claro, o hacemos eventos pensando en un público que no existe? Eso por un lado, por el otro y hablando en términos de medición económica:
Segunda serie: ¿Cuál es la oferta cultural existente?, ¿Qué de la oferta cultural voy a presentar? ¿Basado en qué? ¿En recomendaciones de amigos cercanos o de expertos, en cosas exitosas, didácticas, populares, de vanguardia o qué? Cuáles son los criterios, etc.
Un lector o lectora escribe que la ciudad está ávida de que sucedan cosas, sedienta, de que sucedan cosas, se esperaría que los artistas intervinieran la ciudad, escribe. Me parece una magnífica idea: Una acción performativa, ahí está una posibilidad. Ojo, esto no es oferta cultural. No. Es una demanda ciudadana.
Tercer serie: ¿Qué demandan los ciudadanos a los artistas y a las instituciones culturales? ¿Los artistas y las instituciones tienen una responsabilidad social? ¿Qué demandan los ciudadanos a sus instituciones culturales? ¿Están éstas respondiendo a las demandas y necesidades del momento? ¿Existe acaso la preocupación por parte de los directivos de Conarte de establecer vínculos reales con el público regiomontano, es decir con todo tipo de público?
Otro tema es que no estamos tomando los espacios públicos, parecemos una comunidad agazapada… ¿dónde está el público, dónde estamos los artistas, dónde y cuándo vamos a establecer una comunidad? Esas son preguntas urgentes pero las respuestas suelen no estar tan al alcance de la mano, el tema es complejo y se ramifica.
En algunas partes de América Latina y en el mismo Distrito Federal existen escuelas para espectadores. Los espectadores que asisten a estas escuelas aprenden a observar y a criticar, pero se tienen que chutar diez veces la misma obra para aprender a ver todos los grosores que hay en ella, su capacidad semántica y otras cosas. Nosotros querríamos que al menos fueran una vez. Nosotros no tenemos tanto tiempo, necesitamos acciones urgentes para contrarrestar el clima de violencia. Un lector, un ciudadano dice: que los artistas intervengan la ciudad. Ahí está una demanda ciudadana: Que los Artistas Intervengan La Ciudad, ¿para qué? Para decir aquí estamos, somos músicos, poetas, bailarines y pintores y aquí estamos buscando espacios públicos para comunicar, para establecer un diálogo con la gente, para crear espacios de trabajo… ¿quién se apunta? Yo me apunto.
3 comentarios:
Querido Vidal,
Un par de comentarios, los públicos no se "crean", se forman, incluso en varias universidades a nivel mundial hay posgrados sobre "formación de públicos", ya que es todo un proceso la cuestión de tener un balance entre oferta cultural y demanda de bienes o servicios culturales.
Ahora, cualquier proyecto cultural debe tener una finalidad social, si un evento el que sea que fuera, no le deja un "bien" a la gente, no sirve de nada, estamos muy acostumbrados a la sobre oferta, sin medición de resultados, ¿cómo sabes que tal o cual evento funciona y por qué? ¿quién hace las evaluación? ¿con qué indicadores? olvidamos que la gran mayoría de los eventos culturales en es Estado se hacen con los impuestos de los ciudadanos que no asisten.
Dicen por ahí: "Dime que entiendes por cultura y te diré que tipo de eventos haces".
Va un abrazo.
Saludos Vidal, escribí un breve texto a propósito de lo que publicaste. Espero puedas leerlo y comentarlo cuando haya oportunidad.
clic acá: http://parqueterminal.wordpress.com/2011/03/28/las-limitaciones-de-la-critica/
Édgar Favela
Saludos Vidal
Gracias por tomarte el tiempo y la disposición seguir con el diálogo. Es muy acertado lo que comentas de la “responsabilidad social” del artista pero también resulta un poco desalentador y decepcionante que a estas alturas dudemos de un concepto que de entrada debería constituir una parte importante en la formación de cualquier individuo que se considere “artista”.
Y sí, existe una escisión entre lo que se “produce” culturalmente y el “verdadero el público”, la sociedad en general pues. Aunque me gustaría precisar que este desfase es totalmente natural si reconocemos que los “objetos” o “productos culturales” son proyectados desde las instituciones y los grupos especializados como ofertas, bienes de consumo acabados y predefinidos que poco o nada tienen que ver con la dimensión social, política e ideológica de nuestro contexto.
No es un problema para mí (sino algo esperable) la existencia de una cultura construida y dirigida desde los grupos de poder a la base social, siempre ha existido y existirá esta imposición de normas y directrices, así es como se determina y fija un canon cultural (ya cada individuo o grupo asumirá su posición ante él). Lo que sí me parece una tontería es que nosotros mismos sostengamos con tanta liviandad el discurso del “diálogo”, “la apertura” y “la inclusión”, y en realidad sigamos reproduciendo un sistema vertical e impositivo. Ángel Sánchez Borges lo define muy bien cuando dice que: muchos de los grupos de izquierda (o supuestamente creadores) “no han servido de contrapeso real a las formas normalizadas y entrampadas de lo sociopolítico en la ciudad y por ende no han sido modelos de nueva ciudadanía, no se atreven realmente a reconfigurar sus quehaceres y su implicación, y terminan tristemente no sólo corroborando, sino colaborando con la descomposición”.
No hay tal cosa como un “verdadero público”, no puede existir, debemos de aceptar, por honestidad y también porque es obsceno y evidente, que el público verdadero (el real, el que siempre vemos en las presentaciones varias y eventos genéricos) de la oferta cultural somos nosotros mismos, no hay más allá puesto que tradicionalmente así lo hemos dispuesto y practicado (y remarco: las buenas intenciones no son suficientes).
Esta misma enajenación la podemos observar en la universidad y otras instituciones y grupos civiles que “producen”, hacen cosas por inercia y se quedan en su propio rollo autista y endogámico —y que por su propia condición, desgraciadamente no se puede esperar otra cosa de ellos—. No sólo está esa ruptura entre los productos culturales y la sociedad, lo que es peor, hay un divorcio entre los espacios simbólicos-culturales y la vida cotidiana. De nuevo cito a Sánchez Borges: “…a las instituciones culturales se les ha facilitado divulgar cultura desde su burbuja de proyectos sobados, y nadie les puede ya exigir otra cosa, a la infra-clase creativa local se le ha olvidado que para funcionar, es la más obligada a reconstituir una y otra vez los circuitos de emisión de sus propuestas, a estar modificando el papel que le toca jugar en una ciudad como la que ha llegado a ser esta, de reconfigurar las relaciones con su propio contexto, de insertarse en un modo de trabajo cultural y político que parta del reconocimiento real de que ya no somos lo que fuimos”.
No hemos repensado ni reformulado ese papel que nos toca jugar. Yo me pregunto, dónde están los “artistas”, las instituciones, los investigadores, burócratas de la cultura, los académicos: quién se ha encargado de redimensionar la violencia, analizarla, arrancarle al narco ese espacio simbólico que ha ganado y reinsertar la vida cultural y simbólica en esta ciudad estigmatizada por el miedo y la incomunicación. Habría que ejercer una verdadera crítica, una que nos saque del sopor y alienación en que nos encontramos.
también acá:http://parqueterminal.wordpress.com/2011/03/28/las-limitaciones-de-la-critica-ii/
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