Suponer lo que pasaría si el mundo es destruido, partido en mil pedazos, y tuviéramos la necesidad de formarlo otra vez en breves instantes.
-Ángel Hernández
México es un país sin justicia, donde los muertos se multiplican y los culpables nunca aparecen; un país donde la sangre se derrama a diario de manera violenta; un país en guerra, en el que un comando de ex militares conformaron el cártel más sangriento de la historia y se pelean plazas para la venta de droga contra otros cárteles, sembrando el terror en todo el territorio nacional.
México también es un país con un gobierno que ha dejado de brindar seguridad a sus ciudadanos y que, lejos de hacerle justicia al pueblo, lo reprime.
En este país los funcionarios públicos, llámense políticos, burócratas o gobernantes, han perdido de vista las necesidades de la gente y se han vuelto cínicos. En este país la economía sirve para que haya más pobres cada año. Millones de asalariados se van sumando a las filas de pobres, porque trabajar no asegura ningún futuro promisorio; se trabaja para mal vivir, no para tener confort, no para mejorar. México es un país donde millones de personas trabajan para que unas pocas se enriquezcan.
Los políticos son corruptos, envilecidos y cínicos. Pero también son maestros de la retórica, sobre todo, de la retórica de la imagen. Programas de caridad y dádivas, como “La cruzada nacional contra el hambre”, pretenden contrarrestar el malestar de miles de personas oprimidas por ellos mismos, como también pretenden terminar con las rebeliones y expresiones de desobediencia civil que sin duda irán creciendo en los próximos años, presentando al presidente de la república como un héroe nacional en las portadas de revistas y los noticieros.
Pero no nos aseguran un futuro, al contrario, lo que los partidos políticos pretenden es asegurarse en el poder eternamente a través de la caridad, las limosnas y el engaño.
En México hay “plazas” no “ciudades”, y “levantones” en lugar de “secuestros”. Se cambian los nombres de las cosas para restar responsabilidad legal a los perpetradores de delitos.
Este es México, este es Monterrey, aunque no queramos verlo y la televisión se encargue de simular que las cosas van mejorando. Aunque el gobernador, convertido en virrey, salga todos los días en televisión a recordarnos el espíritu emprendedor de los regiomontanos, su capacidad chambeadora, su optimismo y alegría, en pocas palabras, el carácter apolítico y la indiferencia de los regios.
En este contexto aparece Padre fragmentado dentro de una bolsa. Una obra de teatro de Ángel Hernández, que ganó el Premio Nacional de Dramaturgia Víctor Hugo Rascón banda 2013.
Padre fragmentado dentro de una bolsa está escrita con desazón y desesperanza, es una obra de teatro sombría, que retrata una sociedad violenta, intolerante e inhumana.
Monterrey es el escenario: un mercado de crueldad, en el que los conflictos sociales crecen en complejidad a medida que la guerra se mantiene estable o se recrudece, porque lejos está de terminar. Marianne es el personaje principal de esta obra, una adolescente como cualquiera de ustedes, o sus hijos, o hermanos, pero es menos que eso. Marianne está hecha pedazos o se va despedazando ante nosotros queriendo reconstruir el cuerpo de su padre muerto. Han arrojado el cuerpo de su padre, en pedazos, en una bolsa de plástico afuera de su escuela. (Hace unos días arrojaron el cuerpo de un hombre en una bolsa de platico cerca del Mercado Estrella en el centro de Monterrey).
El padre de Marianne era narcotraficante y toda la escuela lo sabía. Marianne vive la discriminación y el odio de sus compañeros. Su maestra, Christinne, al principio muestra una sospechosa voluntad por ayudarla y para ello le pide que dibuje a su padre, aunque luego de ver el terrible dibujo de Marianne deja que sus compañeros lo destrocen con la supuesta intención de ayudarla a olvidar el pasado.
Marianne sería un fragmento de país. Nos quieren hacer olvidar el pasado y nos engañan respecto al futuro para restar capacidad de acción, y que aceptemos el nuevo régimen sin chistar.
Hay que sospechar de las personas con buenas intenciones, hay que estar alertas a los llamados al olvido y a quienes pretenden borrar el horror simplemente volteando a ver para otro lado, hay que sospechar de aquellos que no quieren ver la realidad.
Sus compañeros de clase la golpean, le atan las piernas a seis bicicletas y la arrastran por la calle de manera impune. En este caso tampoco hay culpables, su maestra Christine también solapa esta violencia.
Quizá nosotros no solapamos la violencia, quizá hemos salido a las calles a protestar y exigir el alto al fuego, sin embargo si solapamos otro medio violento como la imposición y el silencio ante los embates de gobierno contra la sociedad.
Una sociedad envilecida por la guerra y el consumo, egoísta e intolerante es la que retrata con crudeza, el dramaturgo Ángel Hernández.
Marianne sufre primero el olvido de su madre, cito:
-Tú te deshiciste de mí al momento de nacer y entonces reconociste la felicidad como ese lugar oscuro y vacío donde difícilmente se puede entrar…;
convierte el amor filial hacia el padre en deseo erótico:
-Mi padre era un narcotraficante y lo amo... Hubiese dejado que me hiciera un hijo para que fuese como él;
y retrata el abandono los hijos por los padres:
-En el fondo alguien, cualquier día lleva ahí a sus hijos y cansado de arruinar su vida les prende fuego con el resto.
Metáfora: Mariana es en el fondo como cualquiera de nosotros, una hija olvidada por sus padres, pero el padre es este país desmembrado, y la madre es la ciudad, una ciudad que “no ve”, que no tiene no capacidad para “ver”, una ciudad ignorante, sin capacidad de dialogar, y mucho menos de comprender el dolor y la necesidad ajenas.
La obra retrata una sociedad animal en la que lo humano se ha esfumado. Lo humano expresado en el sentido ético, en el sentido social, en el sentido comunitario. Todo eso parece ser aquí solo un grato recuerdo del pasado. Es como si la humanidad, la humanidad que debiera ser la sociedad se encaminara hacia su propia destrucción, su vacío, su debacle.
Mientras Marianne busca los fragmentos del dibujo que sus compañeros de clase rompieron en 34 fragmentos, encuentra tres botes de basura: uno en una esquina de la calle Padre Mier, a ese lo llama hogar porque hiede; a otro lo llama mundo porque tiene dibujada una vagina, y al tercero (cito): El tercero es el bote más lleno de basura. A ese bote creo que nada le cabe ya. Se desborda. Parece lleno desde hace un mes. A ese bote lo llamaremos “Marianne” como yo. Un bote insuficiente para contener tanta mierda.
Marianne, se siente de algún modo como un recipiente que no puede contener más, tiene que desbordarse, como un río, tiene que hacer daño como la naturaleza en su máxima expresión y es lo que hace, Marianne se desborda y al hacerlo se lleva entre sus fauces a sus compañeros, su maestra y a su misma madre.
Marianne está enojada, pide respuestas que nadie puede darle. No pide comprensión, no pide un abrazo, pide respuestas y su manera de pedirlas es violenta. No nacemos siendo humanos, nos vamos conformando en humanos a medida que somos educados y crecemos en sociedad. Marianne no llegó a ser humana, se quedó a medio camino, entre la barbarie y el salvajismo, no tiene herramientas para entender de otra manera el mundo que de manera violenta, ha sido socavada. Es pues en los huecos, en lo que no se dice en Padre fragmentado dentro de una bolsa, donde, a manera de buscadores de tesoros, podemos indagar acerca de luz que se puede arrojar a la realidad a partir de una historia violenta que da cuenta de un país en ruinas (espirituales, éticas, humanas).
Es en los resquicios donde podríamos hablar de esperanza, una esperanza para Marianne, un lugar en el mundo para ella, es decir, para millones de mexicanos, una esperanza para este país que está en manos de la guerra y de la ambición desmedida, una esperanza que sólo puede estar del lado de quienes espectamos, es decir, de los ciudadanos oprimidos, sólo de ahí vendrán las respuestas que busca Marianne, es decir, de nosotros. Las respuestas son urgentes, pues corremos el riesgo de parecernos a un muñeco de trapo, a un peluche como el Winnie de Marianne. Un Winnie que ella misma ha destazado, cito: Winnie ha comenzado a preguntarse por fin algo importante: “¿Por qué he dejado de ser el mismo?” Misma pregunta que deben estarse haciendo millones de cadáveres fragmentados en esta morgue oscura de país.
Texto leído en la presentación del libro Padre fragmentado dentro de una bolsa, de Ángel Hernández, obra ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia Víctor Hugo Rascón Banda, 2013. Feria Internacional del libro 2013.
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