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17 enero 2012
Teatro y política
Dar la vuelta a la historia es un trabajo difícil, es como querer cambiar el color del destino, sólo eso, teñirlo de otros colores; pero el destino común es una suma de voluntades. Sólo las voluntades unidas pueden llevar a cabo las grandes tareas, las más importantes, es decir, las tareas políticas. La voluntad política es una suma de voluntades colectivizadas.
En el teatro esto es evidente. El teatro no puede cobrar vida si antes no es atravesado por múltiples miradas, es su condición. Es hijo de todos y de nadie. Todos lo construyen, todos pueden abrevar de él, dialogar con él, cuestionarlo, pero nadie puede llevárselo a su casa. El teatro se construye a base de miradas que lo atraviesan, cuerpos que lo atraviesan y son atravesados por él y por los otros.
El director lo pondrá en escena, lugar al que pertenece pero que aún está por construirse. Lo dotará de espacio. Luego vendrá un actor y le imprimirá su huella, con su voz y su cuerpo. Algo que era texto y luego espacio, ahora tiene cuerpo. El espectador lo dota de un mundo. En este sentido el teatro es como un libro: todos ven lo mismo pero no todos ven igual. Cada uno se habrá relacionado desde su único lugar, pero algo habrán compartido: personajes, escenografía, iluminación. Todo puede conjurar para atrapar al espectador, emocionarlo: el color del vestuario, el trabajo de la actriz o el actor. En el mejor de los casos cada uno se llevará algo del teatro a casa y el teatro seguirá vivo pero no residirá ya en ningún lugar físico, sino en todos los lugares, fuera de su espacio y de su tiempo puede vivir lo que únicamente existe en el aquí y ahora de la acción escénica concreta. Esa es su virtud. Maleable y concreto, no se puede asir.
El teatro es un arte noble porque todas las artes pueden convivir en él. Pero requiere al mismo tiempo de una suma de voluntades artísticas lo cual lo convierte en un arte político.
Los seres humanos que intervienen en una obra de teatro se ciñen a reglas que establecen ellos mismos en cada trabajo en particular; en una obra de teatro se establecen relaciones, se crean puentes, lugares de indeterminación narrativa, disensos formales, malabares históricos, anoréxicos panfletos que dan risa y mejor se volvieron comedias, esqueletos melodramáticos pero también serias y profundas reflexiones sobre el caos y la teoría “de casi todo” que por cierto al teatro le viene bien.
Algunos hablan de fracasos y de éxitos teatrales, yo prefiero hablar de monstruos, los hay más bellos que otros, lo curioso es que caminen, si pueden andar por sí mismos están vivos, todos monstruos, todos teatro. Todos atravesados por múltiples miradas. Los hay que lo resisten y crecen mucho, se hacen fuertes; los hay que no lo soportan. El teatro tiene vida mientras soporta otras miradas, como arte nacido de la necesidad del hombre de “ver desde algún lugar”, el teatro moriría si no hay mirada que lo atraviese o si ha perdido la capacidad de dejarse atravesar él mismo, si no tiene nada que interpelar o nadie que lo interpele.
Esperemos que Vestigios, obra producto de una suma de voluntades, pueda aportar algo a la mirada sobre la memoria y la re-construcción de los vínculos humanos. Lo importante para nosotros es la experiencia del intercambio, y la posibilidad de construcción de lo sensible, más allá de las voluntades individuales que lo afirman. Que la disfruten.
(Texto escrito con motivo del estreno de Vestigios en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en Buenos Aires, Argentina. Julio 2011)
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