V.M.
En el patio trasero Víctor examinaba a una abeja que había quedado atrapada en una telaraña. La araña envolvía a la abeja con gran cuidado. Eso está mal, pensó Víctor. Liberaré a la abeja. Extendió la mano y tomó a la abeja encapsulada, la sacó de la telaraña y, con mucho cuidado, comenzó a desenvolverla.
La abeja lo picó. Sintió un pequeño e intenso ardor. ¿Por qué me picaste?, se preguntó. Te estoy liberando.
Entró en la casa y le dijo a su madre, pero ella no lo escuchó porque estaba mirando televisión. Le dolía el dedo donde lo había picado la abeja, pero para él era más importante el hecho de no comprender por qué lo había atacado la abeja que había rescatado. No lo haré nunca más, se dijo. -Ponte un poco de Bactin- le dijo su madre por fin, apartando con esfuerzo la atención de la televisión.
Había comenzado a llorar. No era justo. No tenía sentido. Se sentía perplejo y afligido, y sintió odio hacia las pequeñas criaturas vivas, porque eran estúpidas. No tenían nada de inteligencia.
Fragmento. Quisiera llegar pronto. Libro: Mente alien. Ed. Coatlichue.
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