A ustedes, escritores museíficados, museo de sí mismos, repetidos y repetitivos, yo les doy mi más sentido pésame
No asisitiré a sus funerales
Miles de desplazados en las fronteras de las esperanzas vanas a quienes hemos olvidado
duermen entre la basura mientras los persiguen sus propias pesadillas
mientras una mano invisible del mercado nos transforma en invisibles
La precariedad y el hambre son nuestro pan de cada día
Simples mortales que han perdido la inocencia
aves que cruzan el cielo mientras despejamos las lagañas de los ojos y no podemos ver
niños que trabajan duro para que tú tengas algo de tecnología.
ancianos que son abandonados por sus hijos y pueblan nuestro mundo de indigentes.
hombres y mujeres que se aguantan las ganas de llorar en la oficina.
palabras que no dicen nada y significan “muere perro”
gente rodeada de pantallas y pantallas rodeadas de gente.
los que no conocen la felicidad o para quienes la felicidad consiste en tener dos horas libres para respirar.
consiste en llegar a casa y no tener ni un pan para comer
un poco de sexo gratuito en un cuartucho de dos por dos con alguien que te miente cuando dice que te ama.
Yo les digo esto a las patadas y los gritos
Porque lo mío son las patadas y los gritos
Todos aquello a quienes el dolor nunca abandona
Los que sólo son dueños de su propia muerte curativa
Por todos ellos beberé un trago de tequila a su salud, antes que la muerte me arrebate
Esta muerte que me ronda porque se ha instalado en la ciudad, en mis cuatro paredes, dentro de mi alma
A ustedes, escritores del museo de mierda, no les dedico ni un eructo.
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